Hacer frente al cambio climático
Preguntas frecuentes sobre el cambio climático
Utiliza esta guía para tener a mano la mejor información sobre la crisis del cambio climático y cómo podemos resolverla trabajando juntos.
Noviembre 1, 2024
¿Qué puedes hacer contra el cambio climático?
- Entabla una conversación. Nuestra Jefa Científica, Katharine Hayhoe, suele decir que hablar sobre el cambio climático es la mejor manera de comenzar a actuar.
- Vota en la urna y en la tienda. Los líderes electos (en todos los niveles) tienen una gran influencia en los resultados de las políticas que nos afectan a todos. Así mismo, al consumir, podemos optar por apoyar a empresas que estén actuando correctamente con respecto al clima.
- Actúa. Calcula tu huella de carbono personal con esta práctica herramienta (en inglés). Luego difunde lo que hayas aprendido para hacer que estas acciones se propaguen.
- Únete a nosotros. Cuando alzamos juntos nuestras voces —en los lugares donde vivimos, trabajamos, estudiamos o nos divertimos— podemos catalizar el cambio.
Cambio climático: conceptos básicos
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Cada uno de estos términos describe una parte del mismo problema: el aumento de la temperatura media de la Tierra. A medida que el planeta se calienta (calentamiento global), observamos amplias repercusiones en el clima de la Tierra, cambios en las estaciones, aumento del nivel del mar y deshielo.
Si los efectos del cambio climático se hacen cada vez más frecuentes y graves, provocarán —y, en muchos casos, ya provocan— crisis para las personas y la naturaleza en todo el mundo. Muchos tipos de fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor, los aguaceros torrenciales, los huracanes y los incendios forestales, se están haciendo cada vez más fuertes y peligrosos.
Si no se frenan, los efectos se propagarán y empeorarán, lo que afectará a nuestros hogares y ciudades, economías, suministros de alimentos y agua, así como a las especies, los ecosistemas y la biodiversidad de este planeta al que todos llamamos hogar.
Todos estos términos son precisos, y no hay uno perfecto que haga que todo el mundo se dé cuenta de la urgencia de actuar. De cualquier manera que lo llamemos, lo más importante es que actuemos para detenerlo.
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Sí, los científicos están de acuerdo en que el calentamiento que estamos viendo hoy en día lo ha provocado únicamente el ser humano.
El clima ha cambiado en el pasado debido a factores naturales, como los volcanes, los cambios en la energía solar y la forma en que la Tierra orbita alrededor del Sol. De hecho, estos factores naturales deberían estar enfriando el planeta. Sin embargo, nuestro planeta se está calentando.
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Los científicos saben desde hace siglos que la Tierra tiene una manta natural de gases de efecto invernadero o captadores del calor. Esta manta conserva a la Tierra a más de 30 grados Celsius (más de 60 grados Fahrenheit) más caliente de lo que estaría si no existiera. Sin esta manta, la Tierra sería una bola de hielo.
Los gases de efecto invernadero, que incluyen el dióxido de carbono y el metano, capturan parte del calor de la Tierra que, de lo contrario, escaparía al espacio. Cuantos más gases captadores de calor haya en la atmósfera, más gruesa será la manta y más se calentará.
A lo largo de la historia de la Tierra, los niveles de gases captadores de calor han subido y bajado debido a factores naturales. Hoy, sin embargo, con la quema de combustibles fósiles, la deforestación (los bosques son parte fundamental de los sistemas naturales de gestión del carbono del planeta) y la explotación de la agricultura industrial a gran escala, los seres humanos están aumentando rápidamente los niveles de gases captadores de calor en la atmósfera.
El aumento de dióxido de carbono en la atmósfera provocado por el hombre es mucho mayor que cualquier otro observado en la historia paleoclimática (es decir, datos climáticos antiguos medidos a través de capas de hielo, anillos de árboles, sedimentos, etc.) de la Tierra. Como consecuencia, la temperatura del aire y de los océanos está aumentando más rápidamente que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.
Los científicos han estudiado todas las demás razones posibles por las que el clima podría estar cambiando en la actualidad, y sus conclusiones son claras. No hay duda: somos nosotros.
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Una de las principales razones por las que los científicos están tan preocupados por el cambio climático es la velocidad a la que se está produciendo. En muchos casos, estos se están desencadenando a un ritmo más rápido que aquel al que los animales, las plantas y los ecosistemas pueden adaptarse de forma segura. Lo mismo ocurre con la civilización humana.
Nunca habíamos visto que el clima cambiara tan rápidamente, y esto está poniendo en peligro nuestros sistemas alimentarios e hídricos, nuestras infraestructuras e, incluso, nuestras economías. En algunos lugares, estos cambios ya están superando los niveles seguros para los ecosistemas y los seres humanos.
Por eso, cuanto más hagamos por mitigar estos riesgos, mejor será para todos nosotros.
Los efectos del cambio climático
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El cambio climático está afectando a nuestro planeta de muchas maneras. Las temperaturas medias están aumentando; los regímenes de lluvias están cambiando; las líneas de nieve están retrocediendo; los glaciares y las capas de hielo se están derritiendo; el permafrost se está descongelando; los niveles del mar están subiendo; y los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes.
En particular, las olas de calor son cada vez más frecuentes e intensas. Las tormentas tropicales, como los huracanes, tifones y ciclones se están intensificando más rápidamente y descargan más lluvia. Los incendios forestales son cada vez más extensos y, en muchas zonas del mundo, las lluvias torrenciales se hacen cada vez más frecuentes y las sequías, más intensas.
Todos estos impactos son preocupantes porque pueden dañar e incluso conducir potencialmente al colapso de los ecosistemas y los sistemas humanos. Y está claro que se agravan cuanto más gases captadores del calor producimos.
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Los cambios climáticos rápidos pueden afectar directa e indirectamente a los animales de todo el mundo. Muchas especies están llegando al límite de sitios a los cuales ir para encontrar climas hospitalarios —o ya lo han alcanzado—. En las regiones polares, animales como los osos polares, que viven sobre el hielo marino, luchan ahora por sobrevivir a medida que ese hielo se derrite.
No solo se trata de cómo el cambio climático afecta directamente a un animal; sino también de cómo el calentamiento del clima afecta al ecosistema y a la cadena alimentaria a la que se ha adaptado un animal. Por ejemplo, en Estados Unidos y Canadá, los alces se ven afectados por el aumento de las garrapatas y parásitos que están sobreviviendo a inviernos más cortos y leves.
En el oeste de Norteamérica, el salmón desova en ríos fríos de caudal constante. A medida que el cambio climático altera la temperatura y el caudal de estos cursos de agua, algunas poblaciones de salmón declinan. Este cambio en la población de salmón afecta a muchas especies que dependen de él, como las orcas o los osos pardos.
Los cambios de temperatura y humedad están provocando la migración de algunas especies en busca de nuevos lugares donde vivir. Por ejemplo, en Norteamérica, las especies desplazan su área de distribución un promedio de 18 km más al norte y a 11 metros más de altitud cada década para encontrar condiciones más favorables. Los Apalaches centrales son una vía de escape climática resiliente (enlace en inglés) que puede ayudar a las especies a adaptarse a las condiciones cambiantes.
Hay algunos lugares naturales con suficiente diversidad topográfica como para que, aunque el planeta se caliente, puedan ser reductos resilientes para especies vegetales y animales. Estos actúan como terrenos de cría y bancos de semillas para muchas plantas y animales que, de lo contrario, podrían no encontrar hábitat debido al cambio climático. Sin embargo, los reductos no son una opción para todas las especies, y algunas plantas y animales tienen bloqueado el acceso a estas zonas debido al desarrollo humano, como ciudades, autopistas y tierras de cultivo.
En TNC utilizamos la ciencia para identificar estos lugares y trabajamos con socios y comunidades locales para hacer todo lo posible por protegerlos.
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Desde una disminución de la productividad agrícola hasta la amenaza que pesa sobre los medios de subsistencia y los hogares, el cambio climático afecta a las personas en todas partes. Es posible que hayas notado cómo están cambiando los patrones meteorológicos o la mayor frecuencia e intensidad de las tormentas durante la primavera. Tal vez tu comunidad esté sufriendo inundaciones más graves o incendios forestales.
En muchas zonas se están produciendo “inundaciones en días soleados” (enlace en inglés) inclusive, ya que el aumento del nivel del mar hace que las calles se inunden durante las mareas altas. En Alaska, se está trasladando a algunas comunidades costeras enteras, debido a que el nivel del mar ha subido y lo que antes era suelo permanentemente congelado se ha derretido al punto de que su asentamiento original ya no es habitable.
El cambio climático también exacerba la amenaza de que surjan conflictos de origen humano como resultado de la escasez de recursos tales como los alimentos y el agua, que se vuelven menos confiables a medida que cambian las estaciones de cultivo y los regímenes de lluvias se vuelven menos predecibles.
Muchos de estos impactos afectan de forma desproporcionada a las comunidades de bajos ingresos, indígenas o marginadas. Por ejemplo, en las grandes ciudades de Norteamérica, las comunidades de bajos ingresos suelen ser más calurosas durante las olas de calor, las más propensas a inundarse durante aguaceros intensos y las últimas en recuperar la electricidad tras las tormentas.
En todo el mundo, muchos de los países más pobres son los primeros y más gravemente afectados por el cambio climático, a pesar de que han contribuido mucho menos a la contaminación por carbono que ha causado el calentamiento en primer lugar. El cambio climático nos afecta a todos, pero no a todos por igual: y eso no es justo.
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Tanto si vivimos cerca de una costa como lejos de ella, lo que ocurre en los océanos afecta a nuestras vidas.
Ya hemos descrito cómo los gases de efecto invernadero atrapan el calor alrededor del planeta. Solo una pequeña parte del calor extra captado por el manto de contaminación por carbono se destina a calentar la atmósfera. Casi el 90 % del calor va a parar al océano, lo que provoca su calentamiento.
El agua más caliente ocupa más espacio, por lo que el nivel del mar sube. A medida que el hielo terrestre se derrite, el traslado de agua de la tierra al océano hace que este se eleve aún más rápido.
Una mayor calidez de los océanos puede dar lugar a migraciones de peces y provocar decoloración y muerte de los corales.
A medida que la superficie del océano se calienta, disminuye su capacidad de mezclarse con el agua profunda y rica en nutrientes, lo que limita el crecimiento del fitoplancton (pequeñas plantas que sirven de base a la red alimentaria marina y que también producen gran parte del oxígeno que respiramos). Esto, a su vez, afecta a toda la cadena alimentaria.
Además de absorber el calor, los océanos también absorben aproximadamente una cuarta parte de la contaminación por carbono que producen los seres humanos. Además de calentar el aire y el agua de nuestro planeta, parte de este dióxido de carbono extra lo absorbe el océano, lo hace que nuestros océanos se vuelvan más ácidos. De hecho, ¡la tasa de acidificación de los océanos es la más alta de los últimos 300 millones de años!
Esta acidificación daña a muchos hábitats y animales marinos, pero representa una amenaza especial para los moluscos (enlace en inglés), que sufren dificultades para desarrollar sus conchas a medida que el agua se vuelve más ácida.
También hay pruebas de que el calentamiento de las aguas superficiales puede contribuir a ralentizar las corrientes oceánicas. Estas corrientes actúan como una gigantesca cinta transportadora mundial que traslada el calor de los trópicos hacia los polos. Esta cinta transportadora es fundamental para llevar las aguas ricas en nutrientes hacia la superficie cercana a los polos, donde se producen gigantescas floraciones de fitoplancton que sustentan la cadena alimentaria (por eso el Ártico y el Antártico son conocidos por tener tanta abundancia de peces y mamíferos marinos). Si el calentamiento continúa, estos procesos podrán correr peligro.
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El cambio climático está alterando los patrones meteorológicos, provocando olas de calor, sequías e inundaciones más extremas y frecuentes que amenazan directamente las cosechas. Las estaciones más cálidas también están contribuyendo al aumento de las poblaciones de plagas de insectos que se comen una parte mayor de las cosechas; y los niveles más altos de dióxido de carbono están haciendo que las plantas crezcan más deprisa, al tiempo que disminuye su contenido nutricional.
Las inundaciones, la sequía y las olas de calor han diezmado los cultivos en China. En Bangladés, el aumento del nivel del mar amenaza los cultivos de arroz. En el medio oeste de Estados Unidos, la mayor frecuencia e intensidad de las lluvias ha provocado inundaciones primaverales devastadoras, que retrasan —y, a veces, impiden— las actividades de siembra.
Estos impactos incrementan las dificultades para llevar adelante los cultivos y mantener la subsistencia de los agricultores. A escala mundial, un estudio reciente (enlace en inglés) concluyó que las pérdidas de rendimiento de los cultivos básicos se multiplicarán por 4,5 en 2030 y por 25 a mediados de siglo. Esto significa una gran pérdida de arroz o trigo cada dos años, y mayores probabilidades de pérdidas de soja y de maíz.
Sin embargo, los agricultores están preparados para desempeñar un papel significativo en la lucha contra el cambio climático. Las tierras agrícolas son una de las mayores reservas naturales de carbono y, cuando los agricultores utilizan prácticas de protección del suelo, como cultivos de cobertura, labranza reducida y rotación de cultivos, pueden extraer carbono de la atmósfera.
Estas prácticas también ayudan a mejorar la capacidad de retención de agua del suelo, lo que es beneficioso, ya que los cultivos pueden absorber el agua del suelo en épocas de sequía, y durante las lluvias copiosas, el suelo puede ayudar a reducir las inundaciones y la escorrentía frenando el vertido del agua a los arroyos.
Los suelos más sanos también pueden mejorar el rendimiento de los cultivos, aumentar la rentabilidad de los agricultores, y reducir la erosión y la escorrentía de fertilizantes de los campos de cultivo, lo que, a su vez, se traduce en vías fluviales más limpias para las personas y la naturaleza. Por eso, ¡la agricultura climáticamente inteligente es beneficiosa para todos!
Soluciones al cambio climático
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Sí, la deforestación, el cambio de uso del suelo y las emisiones agrícolas son responsables de aproximadamente una cuarta parte de las emisiones de gases captadores del calor procedentes de actividades humanas. Las emisiones agrícolas incluyen el metano que proviene de la digestión y el estiércol del ganado, el óxido nitroso por el uso de fertilizantes, y el dióxido de carbono del cambio de uso del suelo.
Los bosques son uno de nuestros almacenes naturales de carbono más importantes, por ello, con la tala de bosques, se pierde su capacidad de almacenar carbono. La quema de árboles —ya sea mediante incendios forestales o quemas controladas— libera aún más carbono a la atmósfera.
Los bosques son una de las mejores soluciones climáticas naturales que tenemos en este planeta. Si podemos frenar o detener la deforestación, manejar tierras naturales para que sean saludables y utilizar otras soluciones climáticas naturales, como las prácticas agrícolas inteligentes con relación al clima, podríamos conseguir hasta un tercio de la reducción de emisiones que se necesita de aquí a 2030 para evitar que la temperatura mundial aumente más de 2 °C (3,6 °F). Eso equivale a que el mundo deje de quemar petróleo.
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En lo que respecta al cambio climático, no hay una única solución que lo arregle todo. Por el contrario, hay muchas soluciones que, juntas, pueden abordar este reto a gran escala al tiempo que se construye un mundo más seguro, equitativo y ecológico.
En primer lugar, tenemos que reducir lo antes posible nuestras emisiones de gases captadores del calor. A través de la eficiencia y el cambio de comportamiento, podemos reducir la cantidad de energía que necesitamos.
Al mismo tiempo, tenemos que hacer que todos los sectores de nuestra economía dejen de emplear combustibles fósiles incrementando el uso de fuentes de energía limpias, como la eólica y la solar. Esta transición será mucho más rápida y rentable si los gobiernos sancionan un precio al carbono para toda la economía.
En segundo lugar, tenemos que aprovechar el poder de la naturaleza para capturar carbono y desplegar prácticas y tecnologías agrícolas que capturen y almacenen carbono. Nuestras investigaciones demuestran que una gestión adecuada de los bosques y las tierras de cultivo, también llamadas soluciones climáticas naturales, puede aportar hasta un tercio de la reducción de emisiones que se necesitan para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París sobre el cambio climático.
No obstante, la verdad es que aunque logremos alcanzar las emisiones netas de carbono cero para 2050, de todos modos tendremos que hacer frente a los efectos nocivos del cambio climático. Por eso hay una tercera categoría de soluciones climáticas que es igual de importante: la adaptación a los efectos del calentamiento global.
La adaptación consiste en ayudar a nuestros sistemas humanos y naturales a prepararse para los impactos de un planeta que se calienta. Reverdecer las zonas urbanas ayuda a protegerlas del calor y las inundaciones; restaurar los humedales ayuda a aumentar la diversidad de los ecosistemas y resistir el calor y la sequía; cultivar superarrecifes ayuda a los corales a soportar las olas de calor marinas. Hay muchas maneras de utilizar la tecnología, el cambio de comportamiento y la naturaleza para trabajar juntos y volvernos más resistentes a los impactos climáticos.
El cambio climático nos afecta a todos, pero no a todos por igual ni de manera justa. Vemos cómo el aumento del nivel del mar amenaza a las comunidades de pequeños estados insulares, como Kiribati y las Islas Salomón, y a los barrios bajos de ciudades costeras, como Bombay, Houston y Lagos. Del mismo modo, las personas que viven en muchos barrios de bajos ingresos de las zonas urbanas de Norteamérica están desproporcionadamente expuestas al calor y al riesgo de inundaciones debido a una larga historia de políticas racistas como el redlining.
Los que menos han contribuido a este problema suelen ser los más afectados y los que menos recursos tienen para adaptarse. Por eso, es especialmente importante ayudar a las comunidades vulnerables a adaptarse y ser más resilientes al cambio climático.
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El mundo ha acordado triplicar la energía renovable para 2030 (enlace en inglés) a los fines de cumplir los objetivos del Acuerdo de París y evitar los peores efectosimpactos del cambio climático. Cada vatio que podamos reducir gracias a la eficiencia o el cambio de combustibles fósiles a energías renovables, como la eólica o la solar, constituye un paso en la dirección correcta.
Los mejores datos científicos de los que disponemos nos dicen que, para evitar los peores efectos del calentamiento global, debemos alcanzar cero emisiones netas de carbono a nivel global a más tardar en 2050. Para ello, el mundo debe identificar inmediatamente vías para reducir las emisiones de carbono de todos los sectores: transporte, agricultura, electricidad e industria. Esto no puede lograrse sin un cambio importante hacia las energías renovables.
La energía limpia y la innovación tecnológica no solo contribuyen a mitigar el cambio climático, sino también a crear empleo y apoyar el crecimiento económico en comunidades de todo el mundo. Las energías renovables, como la eólica y la solar, han experimentado un notable crecimiento y enormes mejoras de los costos en la última década, sin signos de desaceleración.
Los precios bajan rápidamente y las energías renovables son cada vez más competitivas frente a los combustibles fósiles en todo el mundo. En algunos lugares, la nueva energía renovable ya es más barata que seguir explotando las viejas, ineficaces y sucias centrales eléctricas que se alimentan con combustibles fósiles.
No obstante, es importante que el desarrollo de las energías renovables no se construya a expensas de la protección de ecosistemas únicos o tierras agrícolas importantes. Sin una planificación proactiva, el desarrollo de las energías renovables podría desplazar hasta 76 millones de acres de hábitat agrícola y silvestre, una superficie del tamaño de Arizona.
Afortunadamente, los estudios de TNC han revelado que podemos satisfacer la demanda de energía limpia 17 veces (enlace en inglés) sin convertir más hábitat natural. La clave está en desplegar nuevas infraestructuras energéticas en la riqueza de zonas previamente transformadas, como tierras agrícolas, yacimientos mineros y otros terrenos transformados, a un menor costo (enlace en inglés).
Es necesario planificar cada paso con cuidado. Por ejemplo, gran parte del potencial eólico de Estados Unidos está en las Grandes Llanuras, una región que cuenta con el mejor hábitat de praderas que queda en el continente. TNC ha identificado los lugares adecuados para ubicar aerogeneradores (enlace en inglés) en esta región con el fin de catalizar la energía renovable de forma responsable, y estamos haciendo el mismo análisis para India, Europa (enlace en inglés) también.
También puede haber intervenciones singulares para proteger la vida salvaje allí donde ya se ha desarrollado la energía limpia. En Kenia, por ejemplo un parque eólico emplea monitores de biodiversidad (enlace en inglés) para vigilar las aves migratorias, y puede dar la orden de apagar turbinas individuales en menos de un minuto.
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The Nature Conservancy se ha comprometido a hacer frente a la doble crisis del cambio climático y de la pérdida de biodiversidad. Estas dos crisis son, como dice nuestro jefe científico, dos caras de la misma moneda (enlace en inglés).
Lo que hagamos de aquí a 2030 determinará si vamos por buen camino para cumplir los objetivos del Acuerdo de París y, al mismo tiempo, conservar suficiente tierra y agua que nos permita frenar la pérdida acelerada de especies. Por eso tenemos objetivos ambiciosos para 2030 que se centran en las personas y el planeta.
Combatimos esta doble crisis:
- aumentando la capacidad de la naturaleza para absorber y almacenar carbono en bosques, tierras de cultivo y humedales acelerando el despliegue de soluciones climáticas naturales;
- Impulsando acciones por un futuro energético limpio (enlace en inglés) y nuevas tecnologías bajas en carbono en armonía con la naturaleza;
- respetando el liderazgo de los pueblos indígenas y las comunidades locales;
- aumentando la resiliencia mediante defensas naturales, como la restauración de arrecifes, manglares y humedales que reduzcan el impacto de tormentas e inundaciones.
- restaurando y reforzando la resiliencia de ecosistemas vulnerables, como los arrecifes de coral y los humedales costeros;
- ayudando a países de todo el mundo, como India y Croacia (enlaces en inglés) a cumplir y ampliar sus compromisos en virtud del Acuerdo de París.
Visite Nuestros objetivos para 2030 para saber más sobre las acciones y asociaciones de TNC para combatir el cambio climático en esta década.
¿Por qué tomar acción es urgente?
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Ya se han producido algunos cambios, y ciertos cambios futuros son inevitables debido a nuestras decisiones pasadas. Sin embargo, la buena noticia es que sabemos qué lo provoca y qué hacer para detenerlo. Se necesitará valor, ambición y empuje para generar el cambio, pero puede hacerse.
Llegar a cero emisiones netas de carbono en 2050 es un objetivo ambicioso que va a exigir un esfuerzo considerable de todos los sectores de la economía. No tenemos mucho tiempo, pero si estamos dispuestos a actuar ahora, y a actuar juntos, podemos reducir sustancialmente el ritmo del calentamiento global y evitar que los peores efectos del cambio climático lleguen a producirse.
La mejor noticia es que la economía hipocarbónica que necesitamos crear también nos proporcionará un aire más limpio, mayor abundancia de alimentos y agua, opciones energéticas más asequibles y ciudades más seguras. Del mismo modo, muchas de las soluciones a los impactos actuales del cambio climático benefician tanto a las personas como a la naturaleza.
Cuando comprendamos realmente los beneficios de la acción por el clima —cómo esta nos conducirá a un mundo más seguro y saludable, más justo y equitativo— la única pregunta que nos quedará será: ¿Qué estamos esperando?
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Los estudios científicos demuestran que, si no se frena, el cambio climático agobiaría a nuestras comunidades y supondría una amenaza existencial para determinados ecosistemas.
Estos impactos catastróficos incluyen el aumento del nivel del mar por el derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, lo que inundaría la mayoría de las grandes ciudades costeras del mundo; tormentas, sequías y olas de calor cada vez más frecuentes y graves; pérdidas masivas de cosechas y escasez de agua; y la destrucción a gran escala de hábitats y ecosistemas, lo que provocaría la extinción de especies.
Para evitar lo peor del cambio climático, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) afirma que “cada pizca de calentamiento importa” (enlace en inglés). Cuando se trata de poner límites al cambio climático, no hay un umbral mágico: cuanto más rápido reduzcamos nuestras emisiones, mejor será para nosotros
En 2015, todos los países del mundo se unieron y firmaron el Acuerdo de París. Es un tratado internacional jurídicamente vinculante en el que los signatarios se comprometen a mantener “el aumento de la temperatura media mundial en bastante menos que 2 °C (3,5 °F) por encima de los niveles preindustriales” y a hacer esfuerzos “por limitar el aumento de la temperatura a no más de 1,5 °C (2,7 °F) por encima de los niveles preindustriales”.
Cada día que pasa, estamos liberando carbono a la atmósfera y aumentando el riesgo para nuestro planeta. Los científicos coinciden en que hay que empezar a reducir las emisiones de carbono AHORA MISMO.
Para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París, el mundo debe avanzar significativamente hacia la descarbonización (reducir el carbono de la atmósfera y reemplazar los combustibles fósiles en nuestras economías) para 2030, y debemos comprometernos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero para 2050. Esto no es poca cosa y requerirá de una serie de soluciones que se apliquen mancomunadamente para alcanzar el objetivo.
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Como afirma el IPCC: “cada acción es importante”. Tú puedes ser parte de la solución al cambio climático y también puedes activar a otros.
Es muy importante que hagamos oír nuestra voz en favor de la acción por el clima. Diles a los formuladores de políticas que te representan que te preocupa el cambio climático (enlace en inglés) y que quieres que promulguen leyes y políticas que aborden el tema de las emisiones de gases de efecto invernadero y del impacto climático.
Una de las cosas más sencillas —y más importantes— que todo el mundo puede hacer es hablar del cambio climático con familiares y amigos. Sabemos que estas conversaciones pueden parecer una receta para la discordia y los resentimientos. Todo comienza con acercarse a las personas en la posición en la que se encuentran. TNC dispone de recursos para ayudarte a romper el silencio climático y allanar el camino hacia la acción contra el calentamiento global.
También puedes hablar del cambio climático donde trabajas y en cualquier otra organización de la que formes parte. Únete a una organización que comparta tus valores y prioridades para ayudar a amplificar tu voz. El cambio colectivo empieza por comprender los riesgos que supone el cambio climático y las acciones que podemos emprender entre todos para reducir las emisiones y aumentar la resiliencia.
Por último, puedes calcular tu huella de carbono (enlace en inglés) y tomar medidas individualmente o con tus familiares y amigos para reducirla. Te sorprenderá saber cuáles de tus actividades emiten más gases captadores de calor. Pero no olvides hablar de los cambios que has hecho para que se vuelvan contagiosos—¡contagiosos en el buen sentido, claro!