A Solanum flower finds enough moisture to survive in the cracked earth near a newly watered creek bed in the Australia Murray and Darling River basin. © Andrew Peacock

Perspectivas

Debemos restaurar la naturaleza esta década: aquí va cómo hacerlo

Hará falta restaurar mentes y corazones en todos los sectores para salvar los ecosistemas y las comunidades que dependen de ellos.

Mientras el mundo lucha contra la crisis climática la naturaleza enfrenta una crisis paralela que exacerba el cambio climático e intensifica las crecientes temperaturas globales. La naturaleza, como el clima, podría estar aproximándose a puntos de inflexión irreversibles en los que los cambios impulsan a los sistemas a estados completamente nuevos, mientras que más de la mitad del PIB global (unos 44 billones de dólares) depende de los sistemas naturales del planeta.

Ese es el imperativo detrás de la Década de Restauración de la ONU.

¿Por qué una “década de restauración”? Porque los científicos dicen que tenemos menos de una década para transformar fundamentalmente nuestra relación con el resto de la vida en la tierra, sin la cual no podemos sobrevivir, mucho menos prosperar. Para esta transformación positiva para la naturaleza se requerirá que repensemos cómo protegemos y gestionamos los recursos que la naturaleza nos aporta en todos los sectores, además de restaurar ecosistemas dañados

Aquí presentamos un repaso del papel de la restauración de ecosistemas —las complejas comunidades de organismos que componen la red de la vida— si queremos conservar la biodiversidad global y ayudar a estabilizar el clima. 

¿Qué es la restauración de ecosistemas?

La restauración de ecosistemas implica reparar el daño que los seres humanos han causado a la tierra, el agua y los océanos. Esta tarea es más urgente que nunca, porque queda muy poco en nuestro planeta que no haya sido tocado por la actividad humana y, en muchos casos, nuestras interacciones con la naturaleza han causado daños que ponen en peligro toda la vida sobre la Tierra.

Con todo, podemos ayudar a sanar muchos de estos ecosistemas, detener las actividades dañinas y prevenir la degradación futura. La ONU ha identificado ocho tipos de ecosistemas prioritarios, que incluyen bosques, tierras agropecuarias, agua dulce, costas, océanos, sabanas y pastizales. 

Para guiar y apoyar estas medidas de conservación, The Nature Conservancy (TNC) trabaja con socios y aliados para desarrollar mejores prácticas y proveer capacitación y construir comunidades de especialistas en restauración por todo el globo. 

También trabajamos en financiamiento sostenible para apoyar estas medidas de conservación. Sabemos que actuando ahora el costo social acumulativo de revertir el declive de la biodviersidad para 2050 estará en torno a unos 700 mil millones de dólares anuales, según un reporte de TNC, el Instituto Paulson y el Centro Cornell Atkinson para la Sostenibilidad. Este cálculo incluye no solamente la restauración, sino la transformación de los sectores con un impacto excesivo en la naturaleza, algo crucial para prevenir la degradación futura. 

La cifra podría parecer alta, hasta que se toman en cuenta los costos proyectados de un escenario inercial. La pérdida de solamente seis de los servicios que prestan los ecosistemas sanos —polinización de cosechas, protección de costas, abastecimiento de agua, producción de madera, pesquerías marinas y almacenamiento de carbono— podría sacar hasta diez billones de dólares de la economía global para 2050, según el reporte sobre Futuros globales del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Un camino sostenible debería generar una ganancia neta de 490 mil millones de dólares. 

A farmer inspects a soybean crop at the Hutchinson Brothers Farm on Maryland's Eastern Shore.
AGRICULTURA REGENERATIVA. Un agricultor inspecciona un cultivo de soya en el Rancho Hutchinson Brothers en la costa este de Maryland. © Isaac Shaw

El estado actual de la restauración

Las cosas ya van mal. En 2018 la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) reportó que la degradación de tierras estaba minando el bienestar de dos quintas partes de la humanidad y lanzando el diez por ciento de las emisiones climáticas antropogénicas y que va en camino para reducir las cosechas en hasta 50 por ciento en algunas regiones para 2050, provocando  migraciones humanas masivas y conflictos. El mismo informe halló que los beneficios de la restauración de terrenos excedían a los costos en diez veces en nueve diferentes biomas. 

Mientras tanto, estudios recientes indican que los sistemas marinos y de agua dulce enfrentan una pérdida de una tercera parte de la biodiversidad, conforme se pierden hábitats por el uso insostenible, la contaminación y los impactos del cambio climático. 

Puesto que los problemas provocados por la degradación ambiental no se limitan a lo local, la restauración de ecosistemas requerirá de la colaboración internacional. Pensemos que China, India y otros países con problemas severos de degradación de tierras están aumentando sus importaciones de ciertos alimentos, lo que en cambio impulsa la expansión agrícola en países como Brasil e Indonesia

Se sigue de ahí que un primer paso clave en la restauración de tierras es estabilizar y reducir la huella de la agricultura al mismo tiempo que se restauran paisajes degradados para restaurar sus funciones naturales. En la actualidad las altas tasas de abandono de tierras son uno de los principales motores de la conversión de nuevos terrenos de bosques y sabanas para la agricultura. Sin un cambio significativo a esta tendencia de degradación, abandono y conversión los expertos predicen que agotaremos otros cuatrocientos millones de hectáreas —un área del doble de México— a lo largo de los próximos treinta años, a costa de los ecosistemas naturales. 

Luego está el cambio climático, otro reto más que no entiende de fronteras. La conservación y la restauración de tierras y aguas, especialmente de bosques, bosques de algas y manglares podría aportar una porción significativa de las reducciones de emisiones necesarias para mantener las temperaturas globales en límites más seguros. Más aún, entornos marinos y costeros sanos ayudan a las comunidades a adaptarse mejor a los impactos del clima; aportan una amplia gama de beneficios para el bienestar humano que van más allá de los beneficios inmediatos en materia de clima o de biodiversidad, como una mayor resiliencia a los eventos climáticos extremos, además de una mayor seguridad alimentaria e hídrica. 

En los ecosistemas marinos y de agua dulce las amenazas a la zona costera y a las aguas abiertas o interiores deben ser neutralizadas antes de implementar proyectos de restauración y los impactos climáticos deben también ser tomados en cuenta en términos de la ubicación de los proyectos de restauración en áreas menos vulnerables a los impactos climáticos, o seleccionando para su restauración especies que sean más resilientes ante el cambio climático. 

La gente y la naturaleza pueden progresar juntas

Los pueblos indígenas y las comunidades locales (PICL) en particular son aliados invaluables en la provisión de soluciones para enfrentar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Estudios preliminares indican que los territorios de PICL se traslapan con al menos entre el 30 o 40 por ciento de los ecosistemas intactos del planeta y de las áreas naturales protegidas, y que en algunas áreas podrán proteger hasta el ochenta por ciento de la biodiversidad. 

La restauración de los ecosistemas en peligro en nuestro planeta nos conecta intrínsecamente a todos nosotros con la posibilidad de tener un futuro más sano. El trabajo del PNUMA y aliados ha mostrado que la restauración en tierra para 2030 es efectiva en costos y que también ayuda a reducir la pobreza y la desigualdad. En forma similar, los datos presentados en la Conferencia Mundial de los Océanos de la ONU demostraron que restaurar la salud de los mares puede ayudar a aliviar la pobreza, apoyar los medios de vida y mejorar la salud de millones por todo el mundo.

También debemos “gestionar el medio”, es decir, evitar la conversión y degradación futuras en ecosistemas modificados y de usos múltiples. Al proteger nuestros suelos y cuencas podemos desplegar soluciones naturales en sistemas alimentarios regenerativos y trabajar en los bosques para beneficiar a los ecosistemas y la salud humana. 

Crear un futuro positivo para la naturaleza

Se proyecta que las clases medias aumenten en un 50 por ciento para 2030 y que la población global llegue a cerca de diez mil millones para 2050, y con ello probablemente se deba expandir la producción de alimentos de los niveles de 2005 en un 59 o 98 por ciento en los siguientes treinta años. Sin embargo, la producción de alimentos ya es uno de los principales impulsores de la degradación ambiental, aún cuando la degradación amenaza su propia productividad. 

Este ciclo de retroalimentación negativa requerirá de una transición rápida hacia la producción positiva para la naturaleza en tierras y mares si queremos satisfacer las futuras demandas de seguridad alimentaria. En el escenario de Mejores futurosla Coalición para la Alimentación y el Uso del Suelo (FOLU, por sus siglas en inglés) estima que 450 millones de hectáreas de tierras naturales y de bosques deben ser restaurados para 2030 en comparación con los niveles de 2010. También hay una necesidad urgente de llevar a otra escala la protección y restauración marina, incluyendo a nuevos aliados en el sector privado. La protección y restauración efectivas de hábitats prioritarios de agua dulce, costeros y marinos —incluyendo arrecifes coralinos y de moluscos— han mostrado conservar la biodiversidad, aumentar la productividad y resiliencia de los ecosistemas, proteger las costas y mejorar las pesquerías y evitar los colapsos poblacionales. 

Los agricultores, ganaderos y pescadores de todo el mundo ya empezaron a reconocer que pueden ir más allá de simplemente mantener sus recursos marinos y terrestres: pueden adoptar prácticas de manejo que restauren y revitalicen la salud de los ecosistemas. En pocas palabras, no hay futuro si seguimos como hasta ahora. Es hora de impulsar una transformación fundamental a través de múltiples sectores, de la agricultura a las pesquerías, de la energía a la infraestructura y de las industrias extractivas a las forestales y más allá.

Es en este escenario que han surgido los nuevos catalizadores e iniciativas para contribuir a la Década de la Restauración de Ecosistemas de la ONU junto con una creciente urgencia para proteger lo mejor, mejorar el resto e invertir nuestro tiempo, energía y financiamiento para reconstruir lo más que podamos. La agenda de restauración no hará sino ser más desafiante si no manejamos y protegemos cuidadosamente lo que tenemos ahora, y mientras más pronto empecemos, más de la preciosa vida del planeta podremos salvar.