Perspectivas

Aceptar una naturaleza queer

Cómo la ecología queer nos hace mejores conservacionistas.

Por Susan McHarris, pasante de comunicaciones 2023, Virginia

Captura difusa de flores coloridas.
EXPLOSIÓN DE COLOR Y FLORES Cada flor contribuye su tono único. © Juan Carlos Mazo Ayala / TNC Photo Contest 2018

Una de las primeras cosas que se aprenden al estudiar ecología de la conservación es que la biodiversidad y la estabilidad van de la mano. Ya sea a nivel de especie o de ecosistema, tener una mayor diversidad genética permite a los organismos enfrentar mejor las perturbaciones. Y resulta que lo mismo puede decirse de los seres humanos. Fomentar la colaboración y la interdependencia a pesar de las diferencias sirve para hacernos más fuertes.

A tal fin, es importante que sigamos escuchando y destacando las perspectivas relacionadas con lo queer.

Un hombre pasa frente a la tienda de negocios urbanos del Stonewall Inn de Nueva York. Dos puertas arqueadas flanquean un amplio ventanal.
STONEWALL INN Pancartas y banderas del orgullo gay conmemoran el 40 aniversario de los disturbios de Stonewall en Stonewall Inn sobre la calle Christopher en Nueva York. © Stan Honda / AFT vía Getty Images

El Mes del Orgullo se celebra en Junio. Cabe recordar que  comenzó como una revuelta (enlace en inglés). En 1970, la primera Marcha del Orgullo se organizó para obligar al público general a ver a las comunidades LGBTQ+ y confrontar con a su lucha por los derechos humanos. Para los que no pertenecían a la comunidad, la creciente visibilidad de las personas LGBTQ+ significaba una sola cosa: la familia núcleo compuesta de personas heterosexuales y cisgénero podría no ser la única forma de vivir, o la única deseable.

En el fondo, esto es lo que siempre ha sido el concepto de queer: una ampliación de lo que consideramos “normal”. El término queer (en inglés), que en un principio se usó para señalar a algo como “raro” o “extraño”, se ha empleado como peyorativo para referirse a las personas LGBTQ+, quienes más recientemente lo han reclamado como identitario. En el último tiempo, el término también se ha hecho cada vez más conocido en los ámbitos académicos, en los que representa un rechazo de los paradigmas dominantes. Ser “queer” en este sentido es insistir en las alternativas a las ideas tradicionales de género y sexualidad.

A muchos de los que estamos en espacios medioambientales, este uso del término queer nos resulta una fuente de inspiración para repensar nuestra relación con el mundo natural y nos insta a adoptar una lente crítica respecto de lo que sabemos y cómo sabemos lo que sabemos.

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Corremos el riesgo de borrar aquello que no se puede estandarizar. Esto es exactamente lo que una lente ecológica queer ayuda a evitar.

Si vives en el mundo occidental, lo que sabes sobre el mundo natural probablemente provenga de las ciencias populares. Y aunque el método científico (cuando se hace correctamente) sí produce argumentos replicables sobre el mundo, solamente puede ser tan objetivo como quienes lo aplican. No sorprende que la ciencia occidental tienda a caer en las mismas trampas de la cultura más amplia que la da a conocer. Las normas culturales, como el patriarcado y la heteronormatividad, afectan lo que se investiga, las conclusiones a las que se llegan a partir de los datos y, en definitiva, la manera en que vemos el mudo natural.

Foto en blanco y negro de la erudita Catriona Sandilands.
CATRIONA SANDILANDS Profesora de Arte y Justicia Medioambientales en la Facultad de Cambio Medioambiental y Urbano de la Universidad de York. © Cate Sandilands

Es aquí en donde la disciplina de la ecología queer interviene. En un principio acuñado por la investigadora ambientalista especializada en humanidades ambientales Catriona Sandilands, el término ha sido adoptado por los que tienen interés en comprender cómo las normas culturales relacionadas con el género y la sexualidad afectaron la manera en que  vemos el mundo natural.

Sabemos que a nuestra sociedad le gusta ver las cosas en términos binarios: cultura contra naturaleza, hombres contra mujeres, el bien contra el mal. Y, en cierta forma, estas cuestiones binarias son la consecuencia natural de nuestro cerebro que busca patrones; nos permite categorizar e interpretar con facilidad el mundo que nos rodea. No obstante, nuestra preferencia por las categorías simples nos permite alejarnos de aquello que no puede categorizarse tan fácilmente.

Selfie de la Dra. Patricia Kaishian.
DRA. PATRICIA KAISHIAN Profesora adjunta invitada de Biología, Bard College. © Patricia Kaishian

Nuestro afán por comprenderla naturaleza en términos binarios ha dejado varias ideas y criaturas sin estudiar ni sin comprender, lo que puede tener repercusiones duraderas en nuestras prácticas ecológicas. Por ejemplo, la Dra. Patricia Kaishian, bióloga, describe cómo los hongos, que existen más allá de las categorías de plantas o animales, quedaron muy relegados de las iniciativas de conservación (enlace en inglés) debido a su falta de conformidad con las clasificaciones que pueden cuantificarse.

Cuando las ideas no se ajustan a nuestras normas, tendemos a descartarlas por completo. Las quemas controladas, un método de silvicultura utilizado durante miles de años por los pueblos aborígenes de América, fueron borrados en los relatos de los colonos según los cuales Norteamérica era un lugar prístino de naturaleza silvestre. Las políticas de eliminación de incendios, promulgadas por la creencia de que el fuego era inequívocamente malo para los ecosistemas, provocaron el efecto adicional de excluir a los grupos aborígenes del cuidado de la tierra, algo vital para su cultura (enlace en inglés)

Un hombre vestido con equipo contra incendios camina por el sotobosque sombreado de un bosque durante una quema controlada. En primer plano arde una línea de fuego baja.
UNA CULTURA DE FUEGO. Un bombero controla el límite de una quema cultural aborigen durante Intercambio de capacitación sobre incendios con los Yurok en 2019 en California. © Kiliii Yuyan
× Un hombre vestido con equipo contra incendios camina por el sotobosque sombreado de un bosque durante una quema controlada. En primer plano arde una línea de fuego baja.
Un hombre vestido con equipo contra incendios camina por un camino de tierra usando un soplete de goteo para iniciar una quema controlada. Una pared de humo y fuego se levanta detrás de él.
BUEN FUEGO. Se fija un límite al fuego durante una quema controlada en la costa este de Maryland, en un terreno que pertenece a Jeff Kirwan, miembro de la organización Nausei-Waiwash Band of Indians. © Matt Kane / TNC
× Un hombre vestido con equipo contra incendios camina por un camino de tierra usando un soplete de goteo para iniciar una quema controlada. Una pared de humo y fuego se levanta detrás de él.
UNA CULTURA DE FUEGO. Un bombero controla el límite de una quema cultural aborigen durante Intercambio de capacitación sobre incendios con los Yurok en 2019 en California. © Kiliii Yuyan
BUEN FUEGO. Se fija un límite al fuego durante una quema controlada en la costa este de Maryland, en un terreno que pertenece a Jeff Kirwan, miembro de la organización Nausei-Waiwash Band of Indians. © Matt Kane / TNC

La ecología queer quiere recordarnos que lo que entendemos del mundo natural nunca estará separado de lo que entendemos de nosotros mismos. Esto funciona en ambos sentidos: si queremos vivir en una sociedad que acepte a las personas queer, debemos aceptar que la naturaleza es básicamente queer también.

Cuando empezamos a comprender que lo queer forma parte de la naturaleza, aceptamos la variedad de identidades dentro de nuestra propia sociedad y en nosotros mismos. En muchas sociedades aborígenes que no son occidentales, las diferencias de género se aceptan y celebran desde hace mucho tiempo, pero los Estados Unidos sigue siendo un entorno hostil para las personas que no se ajustan a su género.

Quienes se oponen a las cuestiones LGBTQ+ afirman con frecuencia que ser queer “no es natural”. Sin embargo, lo queer es evidentemente natural; en más de 1500 especies de animales se han (enlace en inglés) observado comportamientos sexuales entre animales del mismo sexo. Aunque los científicos no están seguros de cómo evolucionó lo queer en los animales, existen muchas teorías sobre sus ventajas para la supervivencia, especialmente para especies sociales (enlace en inglés)

Aunque la identidad de género es un fenómeno exclusivamente humano, varias especies animales dan muestras de formas de sexo no binario. Por ejemplo, muchas especies de peces son hermafroditas secuenciales  (enlace en inglés), lo que significa que empiezan siendo de un sexo, pero más adelante en la vida cambian al otro. Las condiciones de intersexualidad, en las que se tienen rasgos masculinos y femeninos, aparecen en todos los filos animalia. Además, en las plantas, esta cantidad es exponencial. Aunque tendemos a atribuir la feminidad a las flores, alrededor del 90 % de las plantas que florecen producen flores bisexuales que tienen órganos femeninos y masculinos (enlace en inglés).

Cuatro hongos en forma de abanico con delicadas branquias se posan sobre un tronco podrido.
HONGO DE BRANQUIAS PARTIDAS (Schizophyllum commune) tiene 23 328 tipos de apareamiento distintos (equivalente al género en las formas de vida pluricelulares). © Lukáš Pariža / Concurso de foto TNC 2022

La realidad es que ni los seres humanos ni la naturaleza encajan a la perfección en categorías binarias. Al darnos cuenta de esto, observamos que la fortaleza de la ciencia moderna también puede ser su punto débil. Aunque compactar la información en datos que puedan estandarizarse es importante para asimilar ideas de gran relevancia, si esa es la única forma que tenemos de entender el mundo, corremos el riesgo de borrar lo que no se puede estandarizar. Esto es exactamente contra lo que nos puede proteger una lente ecológica queer.

Como personas que tienen interés en la naturaleza y su protección, debemos tomar con seriedad los problemas de la homofobia y la transfobia, no solamente porque afectan a nuestros amigos y familiares queer (aunque eso ya tendría que ser motivo suficiente), sino también porque estos prejuicios afectan a nuestra relación con el mundo natural, que excede lo humano.

Asimismo, no hay mejor momento que este para aceptar ideas que puedan parecer contradictorias o que se opongan a norma. Es evidente que, al tener una crisis medioambiental que acecha en el horizonte, muchas de nuestras formas tradicionales de interactuar con el mundo natural son insostenibles. Las soluciones eficaces pueden provenir de lugares inesperados, incluso de nuestros puntos ciegos.