La economía global depende de lo que ocurra en una franja de menos de 300 metros de ancho: el canal de Panamá. Para que esa delgadísima vía de agua pueda unir el Atlántico con el Pacífico y al Lejano Oriente con Europa y la costa este de Norteamérica, las selvas tienen que seguir en pie.
Si las selvas del Darién y del resto de Panamá no se mantienen con buena salud, dejarán de contribuir a regular el ciclo hidrológico del que depende el Canal. Después de todo, el agua que precipitan desde el cielo, que filtran con sus raíces, que regulan con el suelo que les da sustento es el principal activo de esta vía de transporte. Por eso, The Nature Conservancy y sus socios en la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua -que incluyen al Banco Interamericano de Desarrollo, la Fundación FEMSA y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, entre otros- han impulsado la constitución de un Fondo de Agua que permita mantener con bien las selvas y los humedales del país y, con ello, seguir gozando de los servicios ambientales que nos prestan.
Se trata de uno de los proyectos con mayor impacto que se pueden realizar, y que trata de disminuir la vulnerabilidad de la economía mundial impulsando soluciones basadas en la naturaleza. Para que los barcos puedan circular por el canal y llegar de un océano al otro, hacen falta 200 millones de litros de agua -no menos, porque las embarcaciones quedarían varadas, ni más, porque un canal desbordado es incontrolable. Para mantener ese delicado equilibrio, hace falta tener mecanismos que amortigüen el golpeteo de las olas, que contengan las avenidas de agua que pueden precipitarse después de tormentas y huracanes. Al mismo tiempo, hace falta almacenar esa agua y garantizar un flujo lo más constante posible.
Todas esas tareas son las que realizan los bosques y selvas de la región. La interacción de sus hojas con la humedad de la atmósfera, además de su efecto regulando la temperatura, provocan lluvias más predecibles -algo importantísimo en tiempos de cambio climático. Su mecánica misma, su fuerza y su flexibilidad mitigan el efecto de los huracanes, además de que los manglares en la costa reducen la fuerza de las olas contra la costa.
Estos servicios ambientales no sólo requieren conservar las plantas y los suelos, sino la fauna que los habita y que mantiene sus ciclos con bien. Aves, reptiles, mamíferos e insectos son vitales para garantizar la buena salud de la selva, y con ella del ciclo hidrológico de la región y, crucialmente, la estabilidad de una economía global cada vez más dependiente del comercio transatlántico.
Puesto en plata, para que las bolsas del mundo no se colapsen, hay que conservar las selvas de Panamá, y The Nature Conservancy trabaja todos los días para lograrlo.
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