Perspectivas

La unificación de América

Sabiduría y sanación indígenas en el encuentro por la Madre Tierra en Chile

Texto de Annabelle Le Jeune y arte de Camila Peñeipil

Ilustración que representa a tres mujeres indígenas con ropa tradicional mapuche, a la orilla de una playa, y en el cielo -de color similar a la arena- se ven las siluetas de dos ballenas.
Honrando las tradiciones Jóvenes de Chaihuín bailaron con orgullo honrando sus tradiciones mapuche © Camila Peñeipil

Advertencia de contenido

Esta historia aborda temas de genocidio, esclavitud, racismo y otros escenarios derivados de la colonización. Tenlo en cuenta al leer el articulo.

En su niñez, Claudia Antillanca y su familia habitaban los bosques costeros de Huiro, en la región Los Ríos de Chile. Aquí, cosechaban madera y recolectaban otros productos naturales como algas, choros, frutos silvestres, flores y mucho más, honrando tradiciones ancestrales al preparar productos esenciales como alimentos, medicamentos y rituales ceremoniales.

A la manera mapuche Los Antillanca y otros miembros de la comunidad buscaron alimento en los bosques cercanos y prepararon sus comidas tradicionales para acoger y atender a sus huéspedes de América del Norte y del Sur. © Camila Peñeipil

Ilustración que muestra a un grupo de mujeres mapuche al interior de una vivienda rústica tradicional o ruca, tres adultas preparando comida sobre una mesa y dos niñas observando.

Los Antillanca son mapuche lafkenche, “el pueblo del mar”, descendientes de Punta Falsa: un lugar tan remoto que no aparecía en ningún mapa. Al igual que muchas generaciones antes que ella, es el lugar que Claudia llama hogar.

Los mapuche son una de varias comunidades indígenas que viven principalmente en regiones de Chile y parte de Argentina. Su identidad, sabiduría y estilo de vida están profundamente entrelazados con la geografía y los sistemas naturales de su tierra natal: un pueblo del mar, las llanuras y los valles, entre otros paisajes singulares.

Quote

“La sabiduría indígena nos insta a tomar hoy decisiones meditadas pensando en las generaciones pasadas, presentes y futuras para fomentar un mundo sostenible”.

Pero la ocupación e influencia de los colonos han dividido y perturbado profundamente a los cuidadores originales en el sur de Chile, y los han desplazado de sus tierras, tradiciones e identidad. Hoy en día, el pueblo mapuche sigue padeciendo el efecto de siglos de colonización, cuando se explotaban las especies nativas para obtener madera y pescar, entre otras industrias, devastando la biodiversidad y la cultura.

Mientras Claudia y su comunidad buscan sanar sus heridas con iniciativas tales como restaurar la flora nativa, aprender su idioma originario y obtener representación en la gobernanza local a pesar de los constantes desafíos, advierte que no están solos.

En octubre de 2024, The Nature Conservancy celebró la primera “Unificación de América del Norte y del Sur: un encuentro por la Madre Tierra”. Ancianos indígenas, guardianes del conocimiento e invitados, junto con representantes de la comunidad y líderes de TNC de América del Norte y del Sur, se reunieron en la Reserva Costera Valdiviana, en Chile.

Los participantes intercambiaron cosmovisiones e historias transhemisféricas para restaurar el equilibrio entre la tierra y su gente. El encuentro creó un espacio para tender puentes entre los sistemas de conocimiento indígena y occidental, reforzando el papel de TNC en apoyo de la autodeterminación de los pueblos indígenas y comunitarios para gestionar sus territorios ancestrales de manera sostenible y cultural.

Fue un paso fundamental para desarrollar la capacidad de la organización de generar relaciones saludables y positivas, necesarias para obtener los resultados de conservación compartidos.

TNC se ha fijado la ambiciosa meta de conservar casi 650 millones de hectáreas (1600 millones de acres) de tierra en todo el mundo para 2030. Más de la mitad de este objetivo de tierras sanas solo se puede lograr mediante alianzas significativas con titulares de derechos indígenas y comunitarios. Para los pueblos indígenas, las metas de 2030 son solo una parte del plazo. Por ejemplo, en el Principio de las Siete Generaciones, la sabiduría indígena nos urge a tomar hoy decisiones meditadas pensando en las generaciones pasadas, presentes y futuras para propiciar un mundo sostenible.

Si cuidas de la naturaleza, la naturaleza cuidará de ti

Encaramada en la cima de una colina que domina el océano Pacífico hay una Ruka, una tradicional casa circular mapuche de madera, recién construida por Claudia y su comunidad. Está rodeada por la Reserva Costera Valdiviana, en uno de los bosques templados más grandes del mundo que se extiende por la costa sur de Chile.

El fuego sagrado Cada día, ancianos indígenas y guardianes del conocimiento se reúnen junto al fogón para aprender unos de otros y llevar esa sabiduría a sus hogares. Un anciano explicó: “Está bien que la casa sea un caos y debamos viajar para saber cómo arreglarla. Pero debemos regresar y solucionar el caos, para poder ser nosotros mismos”. © Camila Peñeipil

Ilustración que muestra a un grupo de personas mayores de comunidades indígenas al interior de la ruca, en penumbras, haciendo un círculo en torno a una fogata.

Durante cuatro días, los participantes se reunieron en la Ruka sentados alrededor del fogón para escuchar, aprender y reconocer: un líder en cada silla (link en inglés). Independientemente de las afiliaciones familiares, la jerarquía cultural, la clase política, económica, social y cualquier otra etiqueta con la que se divida a la gente, las personas entraban por la puerta como familiares y amigos.

Llevaban consigo diversas formas de conocimiento, como las perspectivas occidentales y la sabiduría ancestral, que abarca las enseñanzas, valores, principios y creencias espirituales que surgen de la relación armoniosa con el mundo natural y se transmiten de generación en generación.

A pesar de la distancia física, los ancianos y guardianes del conocimiento de las comunidades indígenas de Norteamérica y Sudamérica se parecen entre sí de varias formas interconectadas; desde sus historias de origen y experiencias con la colonización hasta sus ecosistemas y costumbres.

La unificación de América del Norte y del Sur Las comunidades indígenas y tradicionales son los administradores originales y permanentes que, en ambos hemisferios, mantienen las tradiciones culturales y el bienestar económico que están intrínsecamente conectados con el mundo natural. Los participantes de Norteamérica: Yupʻik (Alaska), Hopi (Arizona), la Confederación Tuscarora Haudenosaunee (Nueva York) y Yowlumne Yokut (California) se unieron a los de Sudamérica: Kichwa Kayambi (Ecuador), Waorani (Ecuador), Uitoto Murui (Perú-Colombia), Asheninka (Perú), Maya Kaqchikel (Guatemala) y Movima (Bolivia). © Camila Peñeipil

Ilustración que representa el mapa de América, de norte a sur, con detalles representativos de geografía, flora y fauna.

Marylin Fredericks

Marilyn, una integrante de la Nación Hopi, reflexiona sobre las historias que compartía su abuela acerca de sus ancestros.

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*traducción al español

En este momento, pienso en mi abuela de cien años que me contaba historias sobre los ancestros. Hablaba del mundo de agua: el océano Pacífico que estoy contemplando en este momento. No llego a concebir su inmensidad o qué mundo es ese, pero tenemos conocimiento sobre éste, lo que es.

Y solo alcanzo a preguntarme: ¿cómo sabía mi madre de este lugar, si nunca salió de su tierra natal? Nunca conoció el idioma inglés. ¿Cómo sabía? Pero lo sabía y, en ese sentido, también lo sabemos nosotros y ahora lo veo con mis propios ojos. Por eso, sé que en algún sitio de nuestro ADN, de nuestra epigenética, experimentamos este mismo lugar. Así que, en cuanto llegué, estuve observando y de inmediato vi la bandera en las mismas direcciones. Las mismas imágenes de la bandera están colgadas en mi propia casa. Y luego vi a las mujeres con sus vestidos negros anudados a la derecha y abiertos a la izquierda, tú sabes, es exactamente igual a cómo nos vestimos nosotras.

Así es que, conexiones inmediatas. Y luego, cuando fui al bosque lluvioso, en cuanto pasamos las puertas allí estaba el tótem de mi clan, el bambú, la caña o las plantas de caña que me saludaban ya desde el primer paso en el bosque. Eso me confirmó la conexión que tengo con este lugar. Siempre estamos caminando hacia atrás, volteando la mirada hacia nuestros ancestros. Así que sólo estoy corroborando y verificando las historias que nos llegan a través de nuestras tradiciones orales y todas las huellas Hopi que hemos dejado por toda la tierra.

El mundo de los distintos clanes que migraron hacia el lugar central donde vivimos actualmente. Así que esa es la historia que me llevaré a casa y que voy a transmitir. Lo que nos enseñaron nuestras abuelas y bisabuelas es la verdad.

El dúo madre-hija del sudoeste de Alaska, Rose y Katrina Domnick, dirigieron una actividad interactiva que simuló el trauma sufrido por las distintas comunidades, como su propio pueblo Yupʻik. Aplicaron un modelo basado en el conocimiento indígena llamado calricaraq, una práctica que ha demostrado acabar con el trauma intergeneracional y fomentar la sanación individual, interpersonal y comunitaria.

Los participantes se dispusieron en cuatro círculos alrededor del fuego, que simbolizaba la espiritualidad. El círculo más cercano al fuego representaba la juventud y los niños de una comunidad, seguido de los ancianos, las mujeres y los hombres, rodeados por el mundo natural y otros parientes no humanos.

Sanación tradicional Actualmente, la calricaraq es una práctica ampliamente adoptada por la Corporación de Salud Yukon Kuskokwim. Es un modelo de cómo la sabiduría local puede reconectar a la gente con el lugar. © Camila Peñeipil

Ilustración que muestra a un grupo de representantes indígenas de distintos lugares de América, mayormente en vestimentas tradicionales, adultos y niños, alrededor de una hoguera dentro de una ruca.

“Una vez que se reconoce, la sanación puede tener lugar”, afirmó Rose Domnick, una curandera tradicional y facilitadora de calricaraq del pueblo Yupʻik.

Cada persona de los cuatro círculos representa un rol en la comunidad tribal y tiene la responsabilidad de cuidar de los demás. Cuando los círculos están intactos, se propaga una relación simbiótica donde cada uno depende del otro y contribuye a formar una comunidad próspera.

“Tras el contacto con los colonizadores, nos quitaron nuestra espiritualidad, aquello que guiaba nuestra humanidad”. Rose señaló el fuego. “Después, nos quitaron a nuestros hijos”.

Uno a uno, los participantes se fueron seleccionando y se les pidió que salieran de la Ruka; esto fue dejando huecos en los círculos.

De manera similar a la experiencia de muchas comunidades indígenas, los hijos de los nativos de Alaska fueron obligados a asistir a internados, dejando a los ancianos sin nadie a quien transmitir su sabiduría. Las mujeres no tenían hijos que criar ni ancianos que atender, mientras que los hombres debían trabajar en lugares lejanos sin poder cumplir con sus responsabilidades domésticas ni llenar sus despensas.

Los círculos, que fueron en su momento sólidos e interconectados por toda la comunidad, se deshicieron. En pocas generaciones, los vacíos en las comunidades de Alaska fueron generando una unidad familiar descentralizada. Tal como se documenta en los archivos del Estado de Alaska, a los cinco años la mayoría de los nativos ya asistían a un internado (link en inglés). Las escuelas occidentales enseñaban lengua y matemáticas, pero no impartían la cultura Yupʻik. No enseñaban a amar, a ser pacientes ni a ser un buen ser humano.

Quote: ROSE DOMNICK

La naturaleza sigue a los seres humanos. Cuando hay caos entre los humanos, la naturaleza sigue los mismos pasos. El Creador nos está llamando a ser buenos seres humanos. Si cuidas de la naturaleza, la naturaleza cuidará de ti.

Curandera tradicional Yupʻik

Aunque estén a medio continente de distancia, la historia de colonización de los Yupʻik les suena demasiado familiar a los participantes indígenas de América del Norte y del Sur. Los guardianes del conocimiento de diversas comunidades amazónicas hablaron sobre la constante lucha por la supervivencia de sus pueblos. La tribu Uitoto Murui de Perú, en particular, sufrió gravemente durante el auge del caucho que tuvo lugar entre fines de 1800 y principios de 1900. Esto marcó uno de los peores crímenes humanitarios en la Amazonía, con genocidio, esclavitud y explotación de los recursos naturales.

La colonización cercenó el tejido social y la conexión holística de los pueblos indígenas con sus tierras, que fueron explotadas y condenadas a la infertilidad. Las plantas, vitales para el bienestar físico como espiritual, se consumieron hasta agotarse. Se perdieron idiomas, canciones, danzas y otras costumbres culturales que se transmitían de generación en generación.

Aunque estas sean crudas verdades cargadas del dolor y el peso de la pérdida, tanto de vidas como de cultura, los pueblos indígenas del Amazonas siguen hallando la fortaleza necesaria para hacerse escuchar, buscar justicia y cuidar de sus tierras de acuerdo con sus tradiciones.

Debemos contar estas historias para recuperar las tierras, afirma un guardián del conocimiento Kichwa Kayambi del Ecuador. Explica que vestir de rojo al viajar es una costumbre cultural, porque es un color protector: el rojo nos recuerda a todas las personas que han muerto, para que nunca olvidemos. La tierra busca el equilibrio.

Ilustración que muestra flores y frutos típicos de la zona sur de Chile, como la murta, el quintral, el chilco y el maqui, sobre un fondo oscuro con un patrón de flores y hojas.
Plantas y significado cultural La flora endémica que se encuentra en la Reserva Costera Valdiviana es famosa por sus beneficios para salud, y se usa para elaborar medicamentos, mermeladas y tés. © Camila Peñeipil

Aquí Seguimos

Los participantes de América del Norte y del Sur se preparaban bajo una fría llovizna al inicio del sendero de la Reserva Costera Valdiviana que los llevaría hasta el Abuelo Alerce, un alerce de 2700 años a unos 3 kilómetros (2 millas) de caminata por el bosque templado.

Antes de comenzar el trayecto, los participantes siguieron la costumbre mapuche de pedirle permiso al bosque para entrar, además de su protección durante la visita. Como invitados en estas tierras, se presentaron en sus respectivos idiomas, oraron, cantaron y ofrendaron regalos. El eco del chucao, un ave nativa, recibió a los visitantes y los guió por el camino.

Dentro de la Reserva Costera Valdiviana existe un bosque repleto de especies endémicas, con animales tales como la comadrejita trompuda y el pudú, y plantas como murta y maqui, con propiedades medicinales. Además, es hogar de dos de los árboles más longevos del mundo: el olivillo (Aextoxicon punctatum) y el alerce (Fitzroya cupressoides). Este ecosistema simbiótico almacena una cantidad increíble de carbono y es valorado por su rol en la mitigación del cambio climático. Pero el bosque chileno es mucho más que un bioma: es un nexo espiritual para los mapuche.

“Lo más especial de este bosque es la energía que nos entrega. De una forma más científica, cuando hace demasiado calor, como pasó hace dos días, se produce un efecto que termina causando lluvia, como hoy, y regula las temperaturas. Para llenarme de energía voy al bosque y abrazo un árbol. Este territorio está muy bendecido porque alcanzamos a protegerlo”.

Danilo González Huala, mapuche, Coordinador de Guardaparques de la Reserva Costera Valdiviana. 

Chilco La fuchsia magellanica es una especie endémica presente en la Reserva Costera Valdiviana. © Camila Peñeipil

Ilustración de chilcos, flores color fucsia que se desarollan de forma colgante, similar a una bailarina, con pétalos rojos que envuelven una campanilla fucsia que alberga los pistilos.

Esta protección fue posible gracias a la tenacidad y perseverancia de sus moradores.

En aquella época, las comunidades indígenas vivían en armonía con sus tierras, hasta que éstas se vendieron a una industria maderera. Los bosques nativos se vieron diezmados por las plantaciones de eucalipto, que abarcaban miles de hectáreas y provocaron un daño irreversible en la biodiversidad y en las comunidades, que alguna ves fueron prósperas y estaban en equilibrio con la naturaleza. La empresa desalojó a la comunidad y reubicó a las familias en zonas más remotas, donde viven hoy en día.

Claudia recuerda vívidamente que, a los cuatro años, su familia observó con impotencia la destrucción de su hogar: “Cuando estábamos en casa del abuelo, vimos arder nuestro hogar —la naturaleza— junto a todos los amigos del bosque: las aves, el puma, los pudúes, la guiña y todas las especies de la flora y la fauna; todo quedó bajo las llamas y un humo negro que permaneció ahí por meses. Lloré de tristeza por mis amigos, y cada día que pasa pienso que tengo una gran misión: la de conservar la naturaleza frente a todo invasor que quiera destruirla”.

Los madereros descubrieron lo que los mapuche siempre han sabido: el valor del árbol de alerce es casi incomparable. Su madera ligera y duradera es resistente a la putrefacción, el agua y el fuego, por lo que resulta ideal para las antiguas construcciones tradicionales. Por otro lado, son árboles de crecimiento lento con vidas de hasta 4000 años, que alcanzan alturas de más de 45 metros y diámetros de hasta 3 metros.

Las empresas forestales de propiedad chilena y extranjera utilizaron quemas controladas para mantener los alerces, eliminar otras plantas nativas menos rentables y dejar espacio para árboles de mayor crecimiento y más valor económico, como el invasivo eucalipto. Unos años de quemas forestales que ocurrieron hace más de 2 décadas, dañaron las tierras lo suficiente como para que necesiten un exhaustivo proceso de conservación que tomará tiempo y recursos considerables.

Las prácticas forestales extractivas dejaron la tierra vulnerable a las especies invasoras y desplazaron la flora nativa hacia el interior del bosque, donde es más difícil de alcanzar. Además, la escorrentía de las actividades forestales contaminó o modificó las vías fluviales de los bosques y el océano, amenazando así la salud de los peces y la vida marina, fuentes de alimentos cruciales para la comunidad.

Ilustración de Murta, planta endémica presente en la Reserva Costera Valdiviana, de pequeños frutos rojos que cuelgan de ramas de hojas verdes.
Murta Con el nombre científico Ugni olinae, es una planta presente en la Reserva Costera Valdiviana. © Camila Peñeipil

El sueño de la unidad

Un Lonco que sueña con alerces

“Había visto esos enormes árboles, había soñado con ellos. Me preguntaba ¿dónde están? Veía que tenían esos brazos gigantes, pero no los encontraba en mi tierra. Buscaba en mi mapa y decía “¿cuál será?” cuenta Cristian Orlando Lemunao LLancamán, Lonco Nillatufe (jefe de ceremonia de una comunidad mapuche) y zumomachife (traductor del idioma mapudungun).

En el sueño caminaba con un muchacho, destinado a ser el próximo líder espiritual de su comunidad. Pero el joven era rubio y de ojos claros, y pensó ¿cómo puede ser? Los mapuche tienen el cabello y la piel oscuros.

Así, cuando aparecieron los árboles gigantes de su sueño en la vida real y tomó las manos de personas con pelo, ojos y piel de diversos colores, entendió el significado: el futuro es la unificación.

Pesca sostenible El plan de conservación terrestre y marina de TNC para la costa valdiviana involucra a los líderes de la comunidad para promover prácticas culturales de pesca sostenibles, como el buceo para recoger mejillones. © Camila Peñeipil

Ilustración que muestra a un buzo descendiendo hacia el fondo marino para representar actividades pesqueras.

Danilo González Huala

Danilo habla sobre la transformación que presenció al crecer en su tierra natal, cerca de la Reserva Costera Valdiviana

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Pasaba los veranos aquí y vi cambios, muchos cambios. En los veranos de mi niñez no había eucaliptos, pero volvía después de trabajar en los barcos, cuando ya estaban las forestales, veía el bosque quemado; incluso presencié quemas de bosques.

Entonces, tuve la oportunidad de entrar a la Reserva y ahora está la posibilidad de cuidar el territorio y poder recuperarlo, no para nosotros ni para nuestros hijos, probablemente tampoco para nuestros nietos, pero para los que vengan a futuro puedan volver a ver los bosques que nosotros veíamos, donde jugábamos y recolectábamos. Creo que ese es mi mayor vínculo con el proyecto.

Al principio, cuando llegaron las forestales, los cambios fueron muy radicales, porque conocíamos los bosques que hoy recorrimos, donde ahora hay eucaliptos. Árboles grandes, con muchas aves. Teníamos muchos animales cerca, muchas plantas medicinales.

Más tarde, en el año 86, cuando estaba de visita en casa de mis padres durante un descanso de mis estudios, comenzaron a llegar las forestales.

No había puente. Nos prohibieron el paso hacia este sector, Huiro quedó aislado. Y como todos somos familia, nos costaba.

Lo peor fue cuando quemaron las montañas. Porque aún no sabíamos lo que venía. Solo veíamos que cortaban los árboles, pero no sabíamos qué estaba pasando. Teníamos una idea, pero jamás imaginamos la realidad actual.

Entonces, se produjo un cambio en el bosque, pero también empezó a cambiar el mar. Y el río, y la costa. Los productos del mar comenzaron a morir. Mi familia estaba muy ligada al mar, así que esos cambios nos resultaron demasiado bruscos.

Y nos afectaron muy intensamente. Fue un golpe muy fuerte. Si bien es cierto que no estábamos relacionados con el bosque y no veíamos el cambio que se iba a producir, el cambio del mar, que fue mucho más rápido y provocó la muerte de muchos productos del mar, nos llevó a buscar soluciones.

Como dirigente de la pesca artesanal, por esos años siempre intentaba buscar soluciones conversando, dialogando siempre y llegando a acuerdos. Pero en la comunidad había otro grupo, muy confrontacional, que provocó estos cambios más rápidos, los cuales a la larga fueron muy positivos para que TNC pudiese llegar a este lugar.

Cuando la empresa forestal quebró en 2003, TNC compró casi 60.700 hectáreas (150.000 acres) de la que sería la Reserva Costera Valdiviana en una subasta pública. Aunque tenía más de 70 años de experiencia en la adquisición y protección de tierras en los EE. UU., esta fue la primera compra a nivel internacional. El vasto bosque chileno supuso un importante hito para la organización, pero administrar tierras en el extranjero implicó nuevos desafíos y aportó lecciones muy valiosas.

Al principio, TNC contrataba guardaparques a través de una empresa externa. Si bien eran expertos en la gestión de recursos naturales, no abordaban por completo las necesidades únicas de la Reserva. Los sistemas interconectados dentro y alrededor del bosque templado chileno exigen un enfoque holístico a la conservación.

Poco después, los nuevos planes de gestión se adaptaron para tomar en cuenta el ambiente en su totalidad, incorporando todos los aspectos del territorio con una estrategia integral de conservación que honra los conocimientos tanto científicos como tradicionales; por ejemplo, las habilidades, prácticas y costumbres locales desarrolladas a lo largo del tiempo. Desde las plantas del bosque hasta los peces del océano, el ganado y las comunidades locales, estos sistemas son interdependientes: coexisten unos con otros. Cuando el bosque se ve afectado, el río sufre; cuando la población prospera, el ecosistema florece.

TNC contrató a integrantes de la comunidad, como Claudia y Danilo, que aportan mucho más que su conocimiento inherente del ambiente de la región. Tienen una profunda conexión y comprensión del contexto histórico, político y cultural de sus tierras natales mapuche; saben cómo coordinar con respeto las -por momentos- complejas sensibilidades de la gestión de recursos naturales.

Liderazgo indígena y comunitario en conservación

Cuando los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales cuentan con los derechos y los recursos necesarios para cuidar de su tierra, su agua y su bienestar, la naturaleza –y la vida que esta nutre– prolifera. La biodiversidad es más abundante y resiliente. Se almacena carbono en bosques, praderas y ecosistemas costeros. Las comunidades prosperan gracias a que tienen alimentos saludables, agua limpia, un medio de vida significativo, culturas y tradiciones diversas que honran a las generaciones pasadas, presentes y futuras.

Conozca más sobre las alianzas de TNC con cuidadores indígenas y comunitarios a nivel mundial para promover la conservación en algunos de los ecosistemas más cruciales del planeta (link en inglés).

Actualmente, la Reserva Costera Valdiviana es un modelo de cómo una administración recíproca genera resultados conjuntos de conservación cuando el liderazgo indígena y comunitario es el aspecto central. TNC protege el bienestar del bosque templado, su entorno y sus poblados mediante alianzas auténticas con comunidades mapuche, asociaciones de pescadores artesanales, ganaderos, escuelas, restaurantes y servicios turísticos y servicios públicos, entre otros actores del territorio, todo en un esfuerzo de impulsar la cogestión de las tierras y aguas para asegurar su conservación. 

Abuelo alerce El alerce de Sudamérica se parece a las secuoyas gigantes de Norteamérica. Invitados de ambos hemisferios participaron en una ceremonia con este árbol ancestral, al que incluso abrazaron. Su perseverancia es un reflejo de la de ellos mismos. © Camila Peñeipil

Ilustración que muestra en tonos azules y violetas un bosque de alerces, con el alerce "gran abuelo" al centro, y miembros de comunidades indígenas presentando sus respetos al árbol milenario.

Con más de 30 metros de altura y casi 2,7 metros de ancho, el Abuelo Alerce resiste el paso del tiempo y es testigo de una historia turbulenta con rostros familiares y extranjeros. Es pariente de los pueblos mapuches, un verdadero eslabón viviente entre el pasado de sus ancestros y las generaciones futuras.

Ancianos indígenas, guardianes del conocimiento e invitados de América del Norte y del Sur se tomaron de las manos y formaron un gran círculo alrededor del Abuelo Alerce. Mientras cantaban y danzaban, inclinaban la cabeza hacia atrás para mirar a este ancestral árbol erguido hacia el cielo. Y al igual que el Abuelo Alerce, ellos también se erguían unidos con un mensaje para el mundo: “Aquí seguimos”.

Sabiduría indígena para la Madre Tierra 

Mientras Claudia estaba sentada al otro lado del fuego de la Ruka, un líder espiritual de un territorio vecino le dijo: “en esta Reserva tienen un bosque inmenso de medicinas… cuídenlas”.

El bosque templado valdiviano ostenta una pujante población de canelos (Drimys winteri), el árbol más sagrado para los mapuche y que se usa en medicina y curación, ritos de iniciación, ceremonias, protección y mucho más.

HONRAR LAS PRÁCTICAS GENERACIONALES En la cultura mapuche, la práctica de la medicina tradicional se transmite dentro de la familia. Proteger este conocimiento intergeneracional es a la vez un privilegio y una responsabilidad. © Camila Peñeipil

Ilustración muestra a hombre y mujer mapuche, en un bosque, revisando las hojas de una planta.

Calfin Lafkenche

Calfin comparte que los mapuche honran la tierra como a algo interconectado con la gente y la espiritualidad.

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Por esto que la Reserva, al igual que el Parque Nacional Villarica, Huilo-Huilo, son importantes para nosotros, porque son los espacios principales donde hoy día encontramos la medicina. El decreto 701 de la ley forestal favorece los monocultivos, entonces eso nos afecta un montón.

Y así, por eso que los mapuche defendemos los territorios: no porque es tierra, sino porque nuestra espiritualidad, la de nuestra familia, ancestralmente está ligada al territorio. Entonces nada puede pagar la tierra que una empresa me quiera comprar. Cuando nos obligan a partir o quieren hacer represas y quedan todos los cuerpos de nuestra gente bajo tierra, ese es un dolor y nosotros nos enfermamos. Y eso es nuestra lucha política”.

Porque si no hacemos lo que fuimos mandados a hacer, nosotros nos vamos a enfermar y enfermamos toda nuestra descendencia.

Muchas enseñanzas y sabiduría de pueblos indígenas de todo el mundo predicen una época en que la Madre Tierra se tambaleará y que, ya al borde del desequilibrio, nos dará una señal para que restauremos el balance con nosotros mismos, con los demás y con nuestros sistemas naturales. Inspirada por estas profecías, TNC honra a los protectores ancestrales de la tierra y el agua con el fin de lograr resultados conjuntos de conservación y abordar las crisis del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

El encuentro “Unificación de América del Norte y del Sur: un encuentro por la Madre Tierra” marcó un hito en el proceso de TNC para transformar su enfoque a la conservación. Arrojó luz sobre la necesidad de seguir aprendiendo a escuchar y honrar el conocimiento espiritual local, imprescindible para modificar las prácticas de conservación de forma adecuada.

Elevar el liderazgo indígena y comunitario en la conservación implica prestar oído a las necesidades de la Madre Tierra, defender los derechos a la autodeterminación y la soberanía, avanzar lentamente para movernos con rapidez y sanar tanto a las personas como a la tierra.

LA SABIDURÍA DE LAS BALLENAS De manera similar a las ballenas jorobadas, que se pasan la vida viajando grandes distancias entre América del Norte y del Sur, los invitados al encuentro llevaron consigo una inmensa sabiduría ancestral, con el espíritu de superar las fronteras políticas, límites artificiales y asi posibilitar un acercamiento. © Camila Peñeipil

Ilustración que representa a tres mujeres indígenas con ropa tradicional mapuche, a la orilla de una playa, y en el cielo -de color similar a la arena- se ven las siluetas de dos ballenas.

Se busca proteger los espacios que amamos para que las generaciones actuales y futuras puedan seguir practicando las tradiciones de sus ancestros de la manera que sus hijos y nietos merecen hacerlo.

Con el bosque templado chileno como telón de fondo, el sol poniente proyecta un intenso resplandor sobre el océano detrás de los jóvenes danzantes, algunos descendientes de la familia Antillanca. Ataviados con sus trajes tradicionales, danzan con orgullo mientras reciben a los invitados de América del Norte y del Sur en las tierras de sus ancestros donde hoy se emplaza la Reserva Costera Valdiviana.

¿Qué nos pide la Madre Tierra ahora mismo? 

Los participantes del encuentro Unificación de América del Norte y del Sur, en Chile, opinan sobre qué necesita el planeta.

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Ruchatneet Printup, Confederación Tuscarora Haudenosaunee (Nueva York): “Desde el punto de vista de una madre… está pidiendo que la cuidemos y honremos, que le demos las gracias y que pasemos tiempo significativo con ella. Tal como desearía cualquier otra madre con sus hijos, desea tener ese tiempo de relación con nosotros”.

Marylin Fredericks, Hopi (Arizona): “Nos está pidiendo que recordemos el regalo de la vida, que no la desperdiciemos, que no seamos negligentes y que seamos conscientes de todo lo que hacemos De cómo es ella, cómo nos cuida y de cómo deberíamos cuidar de nosotros mismos y de nuestros hijos”.

Carrie Franco, Yowlumne Yokut (California):  “Sigamos orando, sigamos ofrendando; sigamos dando ofrendas por la mañana, por la noche, por la tarde, cuando el sol está en lo alto al mediodía… Ese es un buen momento para una ofrenda. Es lo que les digo a todos: sigan haciendo ofrendas. La Tierra va a hacer lo que ha venido haciendo durante millones y millones de años y no hay nada que podamos hacer al respecto, excepto caminar en el bien, en la belleza y en la oración. Y cuidar de ella de la mejor manera posible”.

Lonco Cristian Orlando Lemunao Yancamán, mapuche (Chile): “La Madre Tierra siempre está pidiendo que la respetemos y que no olvidemos que nos da vida, que somos parte de ella, que no estaríamos aquí si no fuera porque nos da alimento y no acompaña… La Madre Tierra es lo principal. Y nosotros como mapuches hemos cometido el grave error de olvidarla. Es decir, la vida actual, la tecnología, la ciencia… todo nos ha ido llevando a cometer el pecado de olvidarnos de la tierra, que es nuestra madre, nuestro todo”.

“La Madre Tierra siempre está pidiendo que la respetemos y que no olvidemos que nos da vida, que somos parte de ella, que no estaríamos aquí si no fuera porque nos da alimento y no acompaña… La Madre Tierra es lo principal. Y nosotros como mapuches hemos cometido el grave error de olvidarla. Es decir, la vida actual, la tecnología, la ciencia… todo nos ha ido llevando a cometer el pecado de olvidarnos de la tierra, que es nuestra madre, nuestro todo”.

Rosendo Gualima Padilla, Movima (Amazonas de Bolivia):  “ La Madre Tierra está esperando que la escuchemos”.

 La Madre Tierra está esperando que la escuchemos.

Camila Peñeipil Retrato de la artista. © Camila Peñeipil

Foto de Camila Peñeipil, con una blusa azul, piel blanca, ojos café y dos trenzas en el cabello, de tonos rojizos y rosados.

Acerca de la artista

Camila Peñeipil es una diseñadora e ilustradora intercultural mapuche. Su trayectoria académica y profesional es diversa y con un sólido enfoque en la interculturalidad y la integración del arte en el diseño gráfico. Desde una temprana edad, Camila se ha visto profundamente cautivada por el lenguaje visual, lo que la inspiró a explorar los símbolos y colores de su herencia mapuche. Esta fascinación, junto con sus fuertes vínculos con diversas comunidades mapuche, le permitió desarrollar un estilo visual impactante y distintivo.

Línea de ayuda

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