Perspectivas

El poder de generar riqueza a través de la protección de nuestros recursos

En lugar de la economía tal cual la conocemos, proponemos traer a la mesa un nuevo enfoque: el de la sociobioeconomía.

Por Paula Caballero y Juliana Simões

Vivero en Pará, Brasil.
Pará, Brasil Estado pionero en bioeconomía. © Rafael Araujo

Este es el momento de reconocer y revalorizar la importancia de los vínculos entre la conservación de la biodiversidad y las dimensiones económicas, sociales y culturales, promover la sociobioeconomía para alcanzar un desarrollo sostenible.

Estamos en un punto de quiebre en la historia de la humanidad y del planeta. Un punto en el que necesitamos trabajar, con urgencia, en un nuevo enfoque de la economía, diferente al que asume la naturaleza como un depósito inanimado e infinito de recursos que se extraen sin cuidado, y con el único fin de aumentar riquezas monetarias a corto plazo. Este enfoque nos ha llevado a una situación extrema que atestiguamos en vivo y en directo, cada vez más a menudo, en las noticias sobre incrementos extremos de las temperaturas, catástrofes naturales y pérdida desmedida de la biodiversidad. Y es en este contexto que, en lugar de la economía tal cual la conocemos, proponemos traer a la mesa un nuevo enfoque: el de la sociobioeconomía.

Pensar el futuro del planeta desde la sociobioeconomía nos permitirá concebir e implementar un modelo económico que nos ayude a generar riquezas gracias a la protección y uso sostenible de los recursos naturales y no a costa de su destrucción. Un modelo que pueda albergar a una amplia gama de actores de la sociedad: desde los pueblos indígenas y las comunidades locales hasta los grandes empresarios de diversos sectores económicos. Un modelo que puede generar un alto retorno de la inversión a la vez que resguarda el capital natural y, por lo tanto, ser competitivo, atractivo y resiliente.

El enfoque de la sociobioeconomía encuentra su base en un concepto que va ganando fuerza, el de la bioeconomía. Tanto es así que fue incluido en las políticas de desarrollo de la Unión Europea, que está llevando a cabo la transición gradual de una economía dependiente de combustibles fósiles a un modelo basado en insumos biológicos. No solo eso, la bioeconomía es la principal innovación que Brasil ha puesto sobre la mesa en el marco de su presidencia en el G20. Este es un modelo que promete un crecimiento económico significativo, el mismo que actualmente está avaluado en 4 billones de dólares y hacia 2050 apunta a generar 30 billones, según un estudio que acaba de ser publicado por The Nature Conservancy (TNC), Nature Finance y la Fundación Getúlio Vargas.

Plantación de soya en Pará, Brasil.
Plantación de soya En el estado de Pará, en Brasil. © Rafael Araujo

Plantación de soya en Pará, Brasil.

Ahora, el gran reto que tenemos es que esa proyección económica pueda perdurar en el tiempo y multiplicarse. El uso del prefijo socio antes de bioeconomía busca garantizar la resiliencia de este modelo económico, haciendo hincapié en la conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas, a la vez que generamos los medios de vida sostenibles para los pueblos indígenas y comunidades locales. Su aporte es vital: según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura —la FAO, por sus siglas en inglés— los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales protegen el 80% de la biodiversidad mundial. Según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés), solo en la Amazonia, los bosques administrados por pueblos indígenas son importantes sumideros netos de carbono, al eliminar colectivamente cada año más de 340 millones de toneladas netas de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, el equivalente a las emisiones anuales de combustibles fósiles de Reino Unido.

Sin embargo, una implementación exitosa de este modelo económico también requiere del esfuerzo concertado de otros actores de la sociedad. De la academia, que puede ampliar la base de nuestros conocimientos. De los gobiernos, encargados de crear los marcos legales que sustenten e incentiven las nuevas actividades económicas. De los empresarios de diferentes sectores económicos, cuyas inversiones dinamizan y amplían los procesos. Y de la sociedad en general, pues en la medida que cambiemos nuestros hábitos de consumo, podremos crear un marco en el cual los productos ofrecidos bajo el esquema de la sociobioeconomía tendrán mayor demanda. Además de toda una gama de actores que involucra a los organismos multilaterales y a los medios de comunicación.

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En este escenario, los países ricos en naturaleza tienen un papel fundamental y unas oportunidades gigantescas para liderar este cambio de paradigma. En ese sentido, América Latina puede emerger como una región líder, ya que seis de los países más biodiversos del mundo se encuentran en nuestra región.

En América Latina, Costa Rica fue el primer país en publicar una estrategia nacional dedicada a la bioeconomía, en agosto de 2020. Desde entonces, la transición hacia una economía basada en la biodiversidad ha ayudado a consolidar, aún más, el turismo ecológico y la agricultura orgánica del país, reduciendo la presión sobre los ecosistemas más frágiles. De manera similar, Perú ha explorado la bioeconomía para promover la conservación de la selva amazónica, al tiempo que crea oportunidades económicas para las comunidades indígenas, incluyendo el fortalecimiento de la agricultura sostenible. Y Colombia ya cuenta con el “Foro Nacional de Bioeconomía” y confirmó su adhesión a la propuesta de un fondo para proteger los bosques tropicales hecha por Brasil en 2023, durante la COP28, en Dubái.

Ganado en Pará, Brasil.
Ganado pastando En la zona de Bannach, en Pará, Brasil. © Henrique Manreza

Ganado en Pará, Brasil.

Mientras tanto, en la Amazonía brasileña, el Estado de Pará fue pionero en la creación de un Plan de Bioeconomía con resultados significativos en iniciativas de sociobiodiversidad, tal como se explica en el informe The Global Bioeconomy realizado por Nature Finance y la Fundación Getúlio Vargas. Centrándose en la prosperidad de la naturaleza y las personas, el plan tiene tres pilares: investigación, desarrollo, e innovación; patrimonio cultural y patrimonio genético; y cadenas productivas y negocios sostenibles. Este modelo productivo reconoce la importancia de la gestión ambiental por parte de las comunidades locales, los pueblos indígenas y los agricultores. Y debemos insistir en la importancia de proteger la Amazonia, el bosque tropical más extenso del planeta, con las mayores reservas de bosques, agua dulce y de varias especies; sin olvidarnos de su vasta riqueza cultural.

A partir del liderazgo de América Latina, las demás regiones del mundo podrán asumir la sociobioeconomía, de acuerdo a sus contextos particulares.

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La articulación de los países y el trabajo colaborativo son la base para robustecer un modelo económico en contraposición del actual, que está generando riquezas a corto plazo a costa de la destrucción de nuestros ecosistemas.

Si nos detenemos y pensamos a largo plazo, tenemos la oportunidad de impulsar, en conjunto, un enfoque como el de la sociobioeconomía; que perdure en el tiempo, conserve la biodiversidad del planeta, cuide de los saberes de los pueblos indígenas y comunidades locales, genere valor, empleo y dinamice las inversiones provenientes desde los diferentes sectores de la economía. Y que, sobre todo, propicie un retorno de inversión invaluable: un futuro sostenible.

Paula Caballero es directora ejecutiva para América Latina de The Nature Conservancy (TNC). Juliana Simões es subgerente de pueblos indígenas y comunidades tradicionales de TNC Brasil.
*Artículo publicado originalmente en El País.