Picos más grandes, cuerpos más pequeños: ¿Podría el cambio climático cambiar literalmente a las aves?
Por Christine Peterson
Cuando uno piensa en cómo afecta el cambio climático a las aves, lo más probable es que piense en la modificación de las pautas migratorias, la ampliación de la distribución septentrional o el agotamiento de las reservas de alimentos.
Pero el cambio climático también puede estar cambiando literalmente a las aves. Piensa en picos más largos y cuerpos más pequeños. Una investigación publicada este año en Nature Communications (enlace en inglés) analizó casi 7.000 especies de aves terrestres no migratorias, explicando por qué las distintas especies adoptan un enfoque diferente para regular la temperatura central de su cuerpo. Esto, a su vez, podría arrojar algo de luz sobre cómo el cambio climático podría modificar a las aves a lo largo del tiempo.
Esta investigación se centra en dos reglas biológicas, la de Bergmann y la de Allen. Veámoslas antes de pasar a los picos y los cuerpos de las aves.
Reglas de Bergmann y Allen
En medio del Ártico, donde las temperaturas descienden muy por debajo de cero y permanecen así durante meses, viven los osos polares, los osos más corpulentos del mundo.
Cerca del ecuador, en las selvas de casi 30 grados de Malasia viven los osos malayos (enlace en inglés), que son 2,5 veces más bajos a la altura de los hombros que sus primos los osos polares. La diferencia de tamaño tiene sentido, argumentaba un naturalista del siglo XIX llamado Carl Bergmann. Los cuerpos más grandes permiten a los animales retener más calor y los cuerpos más pequeños les permiten perderlo.
Así, cuanto más lejos de los trópicos evoluciona un animal, mayor es su tamaño corporal.
Su explicación se conoció como la Regla de Bergmann y ha sido generalmente aceptada, aunque más recientemente debatida acaloradamente, en el mundo de la fauna silvestre. A finales de la década de 1870, un investigador llamado Joel Asaph Allen añadió su propia opinión.
Explicó que los animales también evolucionaron para utilizar extremidades como picos, patas y brazos para liberarse del calor o retenerlo, razón por la cual las liebres árticas tienen orejas relativamente pequeñas en comparación con las orejas de plato satélite de la liebre del desierto.
Pero entonces Carlos Botero, profesor asociado del departamento de Biología Integrativa de la Universidad de Texas en Austin, y Joan García-Porta y Justin Baldwin, de la Universidad de Washington, empezaron a estudiar las especies de aves de todo el mundo.
Descubrieron que, aunque algunas aves siguen estas reglas —los cárabos lapones árticos miden casi 60 cm y los mochuelos centroamericanos unos 12 cm—, muy pocas cosas en la naturaleza son tan sencillas como sugieren las reglas de Bergmann o Allen.
Tras analizar casi 7.000 especies de aves terrestres no migratorias, descubrieron que, aunque ni las reglas de Bergman ni las de Allen son correctas por sí solas, tampoco están equivocadas.
"Cuando hay más cambios en el tamaño corporal, suele haber menos cambios en las extremidades. Y al revés, cuando hay más cambios en las extremidades, hay menos cambios en el tamaño corporal", dice Botero. "Ambos están ayudando a conseguir lo mismo. Se complementan. No hace falta ser tan intenso en una u otra, se puede hacer un poco de ambas y así no hay que cambiar tanto".
Y como el clima sigue calentándose y trayendo extremos volátiles, es aún más importante entender cómo están conectadas ambas reglas. El resultado fue el artículo publicado en Nature Communications (enlace en inglés).
Cambios en tiempo real
Aunque la mayoría de las aves parecían cambiar un poco el tamaño del cuerpo y del pico —apenas lo suficiente como para notarlo estadísticamente—, todas parecían mostrar algún tipo de cambio. Los cuerpos se encogen casi imperceptiblemente, mientras que los picos o las patas se alargan apenas un poco.
"Y esos cambios combinados ayudaron a modificar la relación global entre superficie y volumen sin ajustar drásticamente su aspecto y, lo que es más importante, su ecología", afirma Botero.
Sin embargo, algunas aves mostraron cambios más drásticos en el cuerpo o el pico, en gran parte debido a las limitaciones existentes en el cuerpo o el pico.
Algunas aves, por ejemplo, no pueden permitirse cambiar sus picos porque están especialmente diseñados.
"Cambiar cualquier cosa que esté relacionada con el pico es problemático porque ya no pueden acceder a los mismos tipos de presas a los que accedían antes, o su canto se vuelve extraño", dice Botero. "Hay pruebas fehacientes de que la acústica del canto cambia drásticamente cuando cambia el pico".
Cambien el pico de un piquituerto, por ejemplo, y de repente arrancar piñones de las piñas se vuelve mucho más difícil.
Por el contrario, algunas especies no pueden reducir el tamaño de su cuerpo porque ya son tan pequeñas como su entorno o sus fuentes de alimento se lo permiten. Así que alargan el pico, una forma sorprendentemente eficaz de eliminar el calor. El cachudito piquinegro papamoscas, por ejemplo, tiene un pico diminuto y vive en los Andes sudamericanos, mientras que el bienteveo pitanguá papamoscas sobrevive en los trópicos con un pico mucho más grande.
Estos ejemplos explican los cambios históricos en el tamaño y la forma de las aves. Pero las aves también cambian en tiempo real, no solo a lo largo de miles de años.
Otro estudio reciente, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (enlace en inglés) analizó 129 especies de aves migratorias norteamericanas recogidas en los últimos 40 años y descubrió que los cuerpos se encogen y las alas se alargan.
"Las especies de aves más pequeñas, como las currucas o los reyezuelos, se encogen más rápidamente que las aves más grandes, como los petirrojos y los carboneros, por lo que su ritmo de cambio a lo largo de 40 años es mucho más rápido. Quizá puedan adaptarse al calentamiento más rápidamente que estas aves de mayor tamaño", afirma Marketa Zimova, una de las coautoras del artículo de 2020. "La tendencia es real, pero no sabemos si es buena o mala".
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