El páramo alberga todos los secretos en el nacimiento del agua. Las hojas de frailejones son capaces de absorber la humedad del ambiente y transformarla en agua.
Mientras tanto, sus suelos funcionan como una esponja: saben contener el agua en tiempos de lluvia y liberarla, lentamente, durante la temporada seca. En cuestión de un día, un metro cuadrado de páramo es capaz de producir un litro de agua.
A partir de su nacimiento, el agua se ramifica en todas sus formas de existencia. Los lagos, formados en las tierras bajas de los páramos, atestiguan en silencio cómo pequeños hilos de quebradas se van entretejiendo para darle forma a los ríos que empiezan a fluir montaña abajo. Dándole origen, de esta manera, a un complejo sistema al que llamamos ciclo hídrico y que es, a su vez, el sustento de nuestra vida: el páramo de Chingaza, por ejemplo, aporta el 80 por ciento del agua consumida en Bogotá, la capital de Colombia, una ciudad habitada por ocho millones de personas.
Pero el agua es, apenas, el inicio de los páramos.
Mapa centrado en Colombia y Ecuador que muestra la ubicación de las ciudades y los Fondos de Agua que protagonizan las siguientes historias.
Páramos, Comunidades resilientes y Fondos de Agua
Esta situación nos llama a impulsar soluciones que atiendan, al mismo tiempo, la dimensión ambiental, cultural y económica de los páramos. Especialmente desde América Latina, una región que alberga un tercio del agua dulce del mundo. Mucho más si tenemos en cuenta que el consumo de agua se duplica cada 20 años y que para 2025 se proyecta que al menos dos tercios de la población mundial vivirá en zonas con estrés hídrico, es decir, verán amenazada la disponibilidad del agua en términos de cantidad y de calidad.
Esa necesidad fue la que propició, en el año 2000, la unión entre la empresa municipal de agua potable de Quito, Ecuador, The Nature Conservancy, TNC, además de otros socios locales, para crear el primer Fondo de Agua del mundo.
Los Fondos de Agua son organizaciones que diseñan e impulsan mecanismos financieros y de gobernanza, articulando actores privados, públicos y de la sociedad civil, con el fin de contribuir a la seguridad hídrica y al manejo sustentable de las cuencas a través de soluciones basadas en la naturaleza.
“El detalle de estos mecanismos es poder unirnos y ver cómo, juntos, podemos lograr cambios importantes en los ecosistemas. Es algo que si cualquiera de los actores relacionados a los Fondos de Agua quisiera hacerlo solo, no lo lograría”, dice Lorena Coronel, Coordinadora de Monitoreo y Seguimiento del Fonag, el Fondo de Agua de Quito, que se ocupa del cuidado 20.840 hectáreas de los humedales altoandinos.
“En el futuro, son los páramos quienes nos van a dar vida”, cuenta Diana Sótalo, de la comunidad de San José del Tablón Alto de Quito, y quien está a cargo del cuidado de un vivero que alberga 10.000 plantas de Polylepis, un árbol que se caracteriza por sus capacidades de retención de agua, y que próximamente serán sembradas en las zonas altas.
Las acciones de cuidado de estos fondos se sustentan en la ciencia, a partir de mediciones en tiempo real de diferentes variables como el clima, el nivel de precipitación, los niveles de los ríos o su turbiedad.
Una labor a la que se han sumado la academia, las comunidades locales e incluso los niños, como sucede en el caso del Fondo de Agua Vivocuenca. Este fondo se ocupa de la cuenca del río Chinchiná, que abastece de agua a Manizales —una ciudad ubicada en el Occidente de Colombia, a 292 kilómetros de Bogotá, y que es la capital del departamento de Caldas—, además de municipios aledaños como Neira y Villamaría, beneficiando a unas 600.000 personas.
Allí pudimos ver cómo los niños y las niñas de la Institución Educativa Aspar ya saben recolectar y analizar, con la ayuda de los microscopios, esos microorganismos que indican cómo se encuentra la calidad del agua. “Sin el agua no seríamos nada, estaríamos muertos”, nos dice la estudiante Marisol Flores, después de una jornada en la que “aprendimos a ver animales tan pequeños, súper grandes”.
Al mismo tiempo, los Fondos de Agua involucran a diferentes empresas y emprendimientos regionales, con el fin de garantizar el sustento económico que permita que estas acciones de restauración y de conservación perduren en el tiempo.
Y esto lo pudimos atestiguar en la Hacienda el Bosque, de 800 hectáreas, ubicada entre los kilómetros 16 y 32 de la vía que de Manizales conduce a Bogotá.
José Fernando Pérez heredó la hacienda familiar —un legado de tres generaciones— en 1990 y a partir de ese momento se propuso recuperar los corredores que conectan sus bosques, que albergan entre 22 y 25 nacimientos de agua. Y los cercó, de tal manera que el ganado no pudiera entrar más allí.
“Estamos regenerando naturalmente espacios antes dedicados a la ganadería. Le hemos dado un poco más al medioambiente”, asegura José Fernando, quien complementa: “mi compromiso es que, mientras esté vivo, acá no se hará nada en contra del correcto desarrollo ambiental que debemos tener. Esto es vida, es amor, es cariño. Me acuesto tranquilo. Sé que mis hijos Juan Martín y Paulina llevarán este legado por mucho tiempo”.
Y razón no le falta. Su hijo Juan Martín comenzó hace cuatro años y medio una empresa de aviturismo y hotelería. “Este es un ejemplo de que la conservación es sostenible económicamente. La conservación necesita dinero, no puede darse sola. Y el turismo de naturaleza permite eso”, indica.
Todas estas acciones, a su vez, son guiadas por la sabiduría ancestral, heredada por personas como María Rosa Alegría y Rosa Evangelina, de la Comunidad del Carmen, quienes trabajan de la mano del Fondo Ambiental para la Protección del Agua, el Fonapa, que se enfoca en la cuenca del Río Paute, el principal complejo de generación hidroeléctrica en Ecuador, con una contribución del 35 por ciento de la energía eléctrica.
María Rosa y Rosa conocen como nadie los secretos de esas plantas —el laurel, la ruda, el romero, el ojito de capulí— que, con sus propias manos, sacan del páramo o el “chaparral”, como le llaman, para aliviar diferentes enfermedades o hacer los rituales de limpieza de energía.
“Cuando siento alguna tristeza, alguna depresión, lo que hago es salir a la lomita y pedirle a los elementos del cerro que nos llene de energía para poder seguir”, nos cuenta Rosa Evangelina.
Plantas de vivero administrado por la comunidad, parte de las iniciativas de Fondos de Agua.
Conoce tres historias emblemáticas
FONAG, 25 años: Lecciones de los páramos
Conservación de cuencas al servicio de la biodiversidad.
Fondo de Agua Vivo Cuenca
El Fondo de Agua Vivocuenca se ocupa de la cuenca del río Chinchiná, que abastece de agua a Manizales, en Colombia.
Fondo de Agua FONAPA
El Fondo Ambiental para la Protección del Agua, el Fonapa, se enfoca en la cuenca del Río Paute, el principal complejo de generación hidroeléctrica en Ecuador, con una contribución del 35% de la energía eléctrica del país.
Soluciones Basadas en la Naturaleza con participación comunitaria
Los Fondos de Agua están llenos de esa energía para poder seguir. Hoy registramos un total de 26 fondos de agua en 11 países latinoamericanos. Pero, además, esta iniciativa se ha replicado por el mundo entero con el fin de proteger esos ecosistemas que, como los páramos, nos proveen el agua que nos sustenta.
El modelo se ha replicado en Estados Unidos, África, Asia y África. Y a inicios de 2024 llegó a Europa, al condado de Norfolk, en el Reino Unido.
Porque el agua, al final, no solo es un asunto de los páramos. O de las personas que viven cerca de él. El cuidado del agua nos convoca a todos.
Porque ella, más que nada y que nadie, alberga todos los secretos que confluyen en nuestra existencia.
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Osos andinos, los caminantes de Los Andes
Conocidos popularmente como Osos de Anteojos, por las manchas alrededor de los ojos que tienen algunos de los especímenes, los osos andinos son el único oso que existe en América Latina, habitante de los páramos y bosques de alta montaña.
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Los páramos, la alcancía del cielo
Su papel en la regulación del ciclo del agua, el almacenamiento de carbono, la provisión de hábitat para distintas especies y importancia sociocultural, lo hacen un ecosistema estratégico en Colombia.