Monitoreo comunitario: ciencia, territorio y juventud para conservar nuestros ríos
En la Amazonía ecuatoriana y desde la cosmovisión indígena, los ríos son mucho más que cuerpos de agua, representan fuentes de vida, cultura y espiritualidad. Esta relación poderosa que existe entre las comunidades y la naturaleza impulsó a un grupo de jóvenes del Pueblo Kichwa de Rukullakta a liderar una iniciativa que también enfrente la contaminación y la falta de información sobre la calidad de los ríos. Lo que empezó como una iniciativa local, hoy se perfila como un modelo replicable de conservación comunitaria, donde la ciencia se pone al servicio del territorio y la juventud se convierte en protagonista del cambio.
Un proceso que nace desde las comunidades
El Monitoreo Comunitario de agua y biodiversidad acuática es una iniciativa impulsada por el Pueblo Kichwa de Rukullakta (PKR) en Napo y la Nacionalidad Kichwa de Pastaza (PAKKIRU), liderada por un grupo de jóvenes quienes han demostrado que la ciencia y el conocimiento ancestral pueden caminar de la mano hacia un mismo objetivo: conservar los ecosistemas acuáticos y proteger la salud de las comunidades. Este interesante modelo de gestión del conocimiento, cuenta con el apoyo y asistencia técnica de The Nature Conservancy (TNC)
Así lo relata Lady Shiguango, joven que lidera el monitoreo comunitario en PKR quien recuerda cómo nació este proyecto: “Vimos la necesidad de conformar un grupo de monitoreo de los ríos, porque la mayoría de los ríos estaban degradándose por la contaminación de las comunidades cercanas, y queríamos saber qué calidad de agua consumíamos y cómo ha ido cambiando en el tiempo”.
En Rukullakta el proceso comenzó en 2021 con capacitaciones que fueron lideradas por la Universidad San Francisco de Quito. Este punto de partida impulsó a llevar los conocimientos a un nivel más profundo. Con el apoyo de TNC se implementó un pequeño laboratorio comunitario que, hasta la fecha, permite realizar análisis básicos de calidad de agua, que incluyen parámetros fisicoquímicos, presencia de coliformes fecales y biodiversidad acuática. “Aunque no se llegue a una complejidad técnica en todos los procesos, los jóvenes tienen muy clara la relación entre parámetros como el pH, la conductividad o los coliformes con la salud de sus ríos”, explica Pedro Jiménez Prado, científico de Agua Dulce de TNC Ecuador.
La experiencia adquirida en PKR junto con el interés generado, impulsó a la Estrategia Amazónica de TNC Ecuador a proponer este proceso a PAKKIRU en Pastaza, esto debido a la creciente preocupación local por la salud de los ríos. Para arrancar con el proyecto se realizó una planificación participativa con la dirigencia y se convocó a jóvenes voluntarios. “Fue una capacitación teórico-práctica. Se les explicaba en el aula y luego íbamos al río a aplicar lo aprendido”, cuenta Carolina Carrillo, especialista en conservación de Agua Dulce en TNC.
El interés de los participantes de PAKKIRU permitió que, desde enero de 2025, el grupo realice monitoreos mensuales en varios puntos estratégicos, incluyendo un sitio en el Puyo como referencia de comparación.
Uno de los hallazgos más relevantes durante el tiempo que se ha realizado este proyecto, ha sido la presencia constante de coliformes fecales en todos los puntos monitoreados, incluso en ríos que a simple vista parecen limpios. Esta información ha permitido emitir recomendaciones claras a las dirigencias de ambas organizaciones, sobre todo se ha enfatizado en que se debe evitar el consumo directo del agua del río, una práctica común en las comunidades. Otros hallazgos han llevado a la identificación de patrones de contaminación relacionados con la densidad poblacional y la deforestación de las riberas.
Sin embargo y más allá de los datos, el monitoreo ha generado conciencia y empoderamiento. “Antes pensábamos que cualquier agua servía, pensábamos que aquí no había contaminación, pero ahora sabemos, con datos, que necesitamos un río limpio, una cascada fuerte, para recibir energía, para vivir con salud”, reflexiona Shiguango. La experiencia también ha fortalecido el trabajo en equipo y el liderazgo juvenil. “Estamos consciente que uno de los retos más grandes es que los jóvenes no reciben una compensación monetaria por esta actividad, pero vemos que a pesar de ello se mantienen comprometidos con el proceso. Incluso enseñan a otros interesados que se van sumando”, destaca Jiménez Prado.
El monitoreo comunitario no solo genera información valiosa, sino que también fortalece la capacidad de las comunidades para tomar decisiones informadas sobre el manejo de sus territorios. “La información es poder, permite tomar decisiones reales, basadas en evidencia. Pero, además, cuando esa información es generada por la propia comunidad, se convierte en una herramienta de autonomía, de defensa del territorio y de construcción de propuestas desde lo local”, afirma Jiménez Prado.
La visión a futuro es clara: establecer un sistema de monitoreo comunitario sólido, con capacidades locales fortalecidas y una red de puntos de observación que cubra más cuencas y territorios.
Un compromiso que debe crecer
La experiencia de PKR y PAKKIRU demuestra que cuando las comunidades indígenas lideran los procesos de conservación, los resultados son más sostenibles y transformadores. El monitoreo comunitario es una herramienta científica transformadora, que al ser combinada con saberes ancestrales aporta a que las personas conecten con los ríos desde nuevas perspectivas, además que fortalece la gobernanza territorial y construye un futuro más justo y resiliente.
“Cuando el monitoreo lo hacen los propios jóvenes de las comunidades, no solo se genera información útil, se fortalece el vínculo con el territorio y se despierta una conciencia que puede transformar generaciones”, destaca Carolina Carrillo, especialista de TNC.
Este esfuerzo colectivo demuestra que no solo se trata de la conservación de la naturaleza, sino también de fortalecer el tejido social que la sostiene. El compromiso de las comunidades indígenas, especialmente de sus jóvenes, ha sido fundamental para generar conocimiento, conciencia y acción desde el territorio. Con el acompañamiento técnico de TNC, estos procesos han logrado consolidarse y abrir nuevas posibilidades para que pueda replicarse en otros lugares.
Hoy más que nunca, es momento de seguir apostando por iniciativas que integren ciencia, cultura y participación comunitaria, porque cuidar el agua es cuidar la vida, y hacerlo juntos es la única forma de asegurar un futuro resiliente y sostenible.
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