
País del fuego
Revivir la gestión de incendios indígena de Australia en favor de la naturaleza y el clima
Desde 2021, Cartier for Nature, la iniciativa filantrópica de Cartier para conservar la biodiversidad, apoya el trabajo de The Nature Conservancy con las comunidades indígenas australianas para evitar incendios forestales catastróficos y proteger el clima. Este trabajo de alto impacto, que ayuda a evitar más de un millón de toneladas de emisiones de carbono por año, conecta saberes y tradiciones indígenas ancestrales con tecnología de avanzada.
Una de las comunidades con las que trabaja The Nature Conservancy es el pueblo ngarinyin, dueño tradicional y custodia del país Wilinggin, en el extremo norte de Australia occidental.
Como buena parte del continente, Wilinggin exige una perspectiva más amplia. Vastas y ondulantes mesetas están interrumpidas por escarpados pronunciados y hendidas por profundos cañones serpenteantes que evocan gigantes ofidios primitivos.


No obstante lo épico del paisaje, la característica distintiva de este lugar se revela mejor cuando se lo mira más de cerca: en el baobab, el árbol cuyas ramas en forma de botella se estiran hacia el cielo como miles de brazos; en los pastizales que llegan hasta la rodilla y se mecen suavemente con la cálida brisa; aunque tal vez, más que todo, en el pueblo ngarinyin, que desde tiempo inmemorial tiene a Wilinggin como su hogar.
En toda Australia, los pueblos indígenas han entablado una relación única con su ambiente, que se mantuvo inquebrantable por milenios. Para muchos de ellos, personas y país son una misma cosa. No solo han administrado su tierra: la han formado. En Wilinggin, una de las principales herramientas que el pueblo ngarinyin ha usado para modificar el paisaje es el fuego.
“El fuego es muy importante para el país Wilinggin. En mi lengua, lo llamamos Wudu. Los antiguos que viajaron por esta tierra sabían qué hacer. Llevaban palos de fuego consigo, en su cabello o en un Coolaman”, dice Donald Campbell, anciano mayor ngarinyin.

Relata que durante los meses más frescos al final de la estación húmeda, sus ancestros creaban pequeños fuegos controlados durante el día, para quemar pastos y pequeños arbustos a fin de crear claros en el paisaje y permitir que el suelo rejuveneciera. Estos fuegos ardían a bajas temperaturas, sin dañar los baobabs ni los otros árboles y arbustos más grandes, pero quemando suficiente material inflamable para evitar que fuegos más grandes, calientes y destructivos engullan el paisaje durante la estación seca.
Durante muchos siglos, especies de plantas y animales en Wilinggin se adaptaron a esta administración de la tierra que es combatir fuego con fuego. Muchas especies llegaron a depender de que las quemas controladas estacionales despejaran nuevos hábitats para colonizar o buscar alimento.

Con la llegada a Australia de los primeros colonizadores a fines del siglo xviii, este delicado equilibrio ecológico se vio trastocado. En el curso de dos siglos, en todo el continente, los pueblos indígenas fueron forzados a dejar la tierra, reemplazados por granjeros y otros pobladores que trajeron de Europa sus propias ideas sobre la administración de la tierra. Esto causó un daño inconmensurable no solo a las familias indígenas y su cultura, sino también al ambiente de Australia.
La introducción de especies exóticas invasoras, como conejos, zorros rojos o sapos gigantes, transformó profundamente los ecosistemas y contribuyó a la extinción de alrededor de cien especies endémicas de plantas y animales. Pero el cambio radical en el manejo del fuego tuvo un impacto similar. Con la desaparición de las quemas controladas tradicionales en la mayoría de Australia, el pasto seco se acumuló cada año y se convirtió en combustible para fuegos más grandes y calientes, que con frecuencia se convertían en uno de esos incendios catastróficos que nos hemos acostumbrado a ver en el continente.
Sin embargo, una vez más se está en proceso de implementar cambios importantes.
“Hoy estamos en medio de una nueva transición, pero esta vez es una transición hacia atrás, hacia las viejas maneras, hacia el enfoque indígena de la gestión de la tierra y especialmente”, dice Luke Preece, especialista de Paisajes Indígenas en The Nature Conservancy (TNC), socia de Cartier for Nature.

Desde inicios de la década de 1990, cuando las largas luchas de los pueblos indígenas australianos por los derechos de la tierra dieron como resultado el otorgamiento por parte del gobierno de los llamados títulos nativos a organizaciones indígenas, surgieron cada vez más iniciativas dedicadas a revivir los métodos tradicionales indígenas para el manejo del fuego, con significativos beneficios para las personas, el clima y la naturaleza. Una de esas iniciativas está liderada por la Wilinggin Aboriginal Corporation (WAC), que detenta el título nativo sobre el país Wilinggin y representa los intereses del pueblo ngarinyin.
Luke Russ un encargado de manejo del fuego para la WAC. Desde este rol, trabaja con dueños tradicionales para planear y administrar quemas controladas en el paisaje.
“He presenciado incendios terribles y he visto lo que ocurre con una buena gestión de incendios que los previene”, afirma. “Si no quemamos justo después de la temporada de lluvias, al final de la temporada seca, un pequeño rayo o una fogata descontrolada pueden arrasar de repente grandes extensiones de terreno. Pero ahora que quemamos temprano de forma estratégica, esos incendios más grandes no destruyen un área tan extensa y, por lo tanto, liberamos menos carbono anualmente”.

TNC ha sido una de las primeras organizaciones conservacionistas en el país en apoyar estratégicamente a comunidades indígenas como el pueblo ngarinyin en sus esfuerzos por reconectar y restaurar la salud de sus tierras. Esto incluye prestar asistencia técnica a las comunidades y entes representativos para desarrollar los llamados Planes de País Saludable, que definen objetivos de administración de la tierra junto con valores sociales y culturales.
Un componente clave de estos planes es la quema controlada, que combina saberes indígenas ancestrales con nuevas perspectivas sobre el fuego provenientes de la ciencia, así como también lo último en tecnología, como sensores remotos e imágenes satelitales.

Hoy, con el apoyo de Cartier for Nature, TNC trabaja con 42 comunidades indígenas de todo el norte de Australia; todas ellas tienen programas de quema controlada. Juntos, estos programas han contribuido a evitar más de un millón de emisiones de CO2 anuales. Diez comunidades actualmente pueden traducir este trabajo en créditos de carbono, a través de los cuales generan aproximadamente 60 millones de dólares australianos por año en ingresos.

“Hacemos lo que podemos para traer herramientas y tecnologías que les permitan administrar su tierra a su manera. Existe un montón de conocimiento que aún está retenido, y estamos tratando de ver cómo podemos recuperarlo de la mejor manera, para que las personas correctas puedan administrar el lugar correcto en la forma correcta. Todavía nos queda mucho por hacer, y tener el apoyo de Cartier for Nature nos da la flexibilidad y el tiempo para mantener esas conversaciones y construir esas alianzas”, dice Luke Preece.
Texto: Matthias Fiechter/Cartier for Nature Fotos: Ben Buckland/Cartier for Nature
Cartier for Nature y The Nature Conservancy
Desde 2021, Cartier for Nature, la iniciativa filantrópica de Cartier para conservar la biodiversidad, apoya el trabajo de The Nature Conservancy con las comunidades indígenas australianas para evitar incendios forestales catastróficos y proteger el clima.





LORIKEET ARCOIRIS: Lorikeet © Ben Buckland / Cartier for Nature

WILINGGIN: Indigenous ranger © Ben Buckland /Cartier for Nature

VISTA AEREA: Campos de Wilinggin © Ben Buckland / Cartier for Nature

HISTORIA: Arte en roca © Ben Buckland / Cartier for Nature
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