Perspectivas

Un río nos atraviesa

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Vista aerea de un curso de rio entre montañas.

El río Colorado atraviesa un cañón en Kremmling, Colorado, a aproximadamente 88 km al oeste de su nacimiento en el Parque Nacional de las Montañas Rocosas. © Rory Doyle

Aquí en el valle Kawuneeche, en la parte oeste del Parque Nacional de las Montañas Rocosas, el río Colorado aún no ruge. Es un goteo, un hilo de agua que corre por una vasta muesca en las Rocosas. Los juncos se van amarilleando, señal de que se avecina el otoño, y los pinos contortos marcan las montañas Never Summer que se elevan al oeste.

“Este es un paisaje emblemático”, dice Jennifer Wellman, directora del programa de agua dulce para la región de Northwest Colorado de The Nature Conservancy. Pero es mucho más que eso: El río Colorado aporta la mitad del agua para Front Range de Colorado y abastece a más de 40 millones de personas en la parte oeste de la divisoria continental.

La primera parte es la que más me sorprende, dado que Denver y el corredor de Front Range están situadas más allá de la cuenca del río Colorado. Pero Wellman señala un tajo horizontal que corta el bosque: un canal de la época de la expansión de la frontera que redirige el agua desde una de las nacientes y la envía hacia el este. La Grand Ditch, así se llama, es un ícono de la infraestructura: El río Colorado se desvía incluso antes de que comience.

Vista aérea del rio y personas sobre flotadores amarillos.
A FLOTAR Cerca de Steamboat Springs, Colorado, veraneantes disfrutan el río Yampa, el mayor tributario de curso libre del río Colorado. © Rory Doyle
Personas disfrutando la vista del rio desde el mirador de un restaurante.
DIVERSIÓN AL SOL Comensales de un restaurante de Steamboat Springs, Colorado, miran a las personas que flotan por el río Yampa, una entrañable tradición estiva en la ciudad apodada “Ski Town, U.S.A.” © Rory Doyle

Y, aunque no sea el río más largo del continente ni ocupe su cuenca más grande, es el alma del sudoeste.

Parte de la mística de este sistema fluvial es la austera estética a lo largo de la mayor parte de la cuenca baja (enlace en inglés). El agua es un raro destello de vitalidad en una tierra árida. La gente tuvo que dividir el agua para poder sobrevivir; el caso más conocido es el Tratado del Río Colorado, que asignó el limitado suministro del río a los siete estados en torno a su cuenca. La Grand Ditch es solo el primero de miles de cortes a lo largo del curso de 2400 kilómetros. Una extensa red de bombas y desvíos ayuda a que el agua llegue más allá de su geografía natural: Irriga tierras ganaderas en el valle del río Green en Wyoming, llena las piscinas en Phoenix y corre por las tuberías de las cocinas en Los Ángeles, a unos 500 kilómetros del curso del río.

Desafortunadamente, el Tratado del Río Colorado tiene un flagrante defecto: Firmado en 1922, durante un período anormalmente húmedo, asignó más derechos legales, o "agua de papel", que los que el río podía dar, particularmente luego de que las temperaturas más altas, la variación de los patrones de precipitación y el aumento de los usos han generado una sequía sostenida de 25 años.

La región se las ha arreglado hasta ahora en parte porque los estados en la cuenca alta no han consumido completamente su asignación. Ayuda, también, que reservas gigantes como Lake Mead, construida en la década de 1930, crearan una cuenta de ahorros hídricos para los estados de la cuenca baja. Pero estos recursos están menguando. Las reservas más grandes, llenas a fines de los años noventa, ahora están por debajo del 40 % de su capacidad, y la escasez se ve exacerbada por el cambio climático, que se ha traducido en un 20 % de pérdida de flujos desde la década de 2000.

Dos personas con herramientas de monitoreo ecológico a orillas de un rio.
REVITALIZACIÓN DEL VALLE David Cooper e Isabel de Silva Shewell, ecologistas, monitorean un sitio de restauración en el arroyo Beaver en el valle Kawuneeche del Parque Nacional de las Montañas Rocosas. © Rory Doyle
Cercos a orillas de rio.
BUENAS DEFENSAS Cercas a lo largo del río North Fork Colorado evita que alces y ciervos canadienses se coman los sauces y otra vegetación. © Rory Doyle

Las normas actuales que rigen sobre el río Colorado vencen a fines del año que viene, y el gobierno federal está exigiendo que los estados elaboren un nuevo acuerdo. Hasta ahora las negociaciones están en un punto muerto porque los estados trabajan para determinar quién hará los cortes, dice Taylor Hawes, exdirectora del programa del río Colorado de TNC.

En el invierno de 2022, Lake Mead, la reserva más grande del país, cayó a niveles récord, y causó la preocupación de que ya no se pudieran usar sus turbinas hidroeléctricas para generar electricidad para más de un millón de personas que dependen de ellas, y creciente inquietud sobre el suministro de agua a las comunidades vecinas. El tira y afloja sobre el reparto del agua conjura un estereotipo de Occidente: es el lugar de un férreo individualismo. Mientras los estados se pelean, el tiempo para encontrar soluciones para ecosistemas marchitos, así como granjas y tierras ganaderas resecas, se está acabando.

EL RÍO MÁS TRABAJADOR DEL OESTE En su viaje de 2400 kilómetros desde sus nacientes en el Parque Nacional de las Montañas Rocosas de Colorado hasta su desembocadura en el golfo de California en México, el río Colorado y sus tributarios abastecen de agua a más de 40 millones de personas. © Rory Doyle

Ubicada en el valle Kawuneeche, la Grand Ditch parece otro monumento a esta larga y amarga batalla por los recursos. Pero en la cuenca también se está desarrollando otra historia, y es por eso que estoy aquí. Mientras las negociaciones entre los estados sobre los problemas macro siguen estancadas, actores locales —administraciones del agua en la ciudad, funcionarios de parques, tribus nativas norteamericanas, conservacionistas, terratenientes, entre otros— han encontrado una forma de colaborar para convertir viejos obstáculos en soluciones ecológicas.

Hawes, que ha trabajado más de un cuarto de siglo en las políticas del río Colorado, admite que las organizaciones sin fines de lucro y no gubernamentales no tienen el poder de los estados. “Pero sí tenemos el poder de las alianzas, y el poder de las ideas”, afirma. Si los actores en el territorio pueden mostrar lo que es posible cuando se aún esfuerzos, el futuro del otrora poderoso Colorado podría ser más brillante de lo que parece.

CENTRO DE CONTROL Una compuerta modernizada en la Maybell Ditch en el noroeste de Colorado desvía el agua con eficacia —para la migración de peces, el paso de embarcaciones y la agricultura— desde el río Yampa, el más grande tributario de curso libre del río Colorado. © Rory Doyle

Las montañas de la Ladera Occidental de Colorado forman una pared, que atrapa la humedad proveniente del Pacífico y precipita en forma de nieve.  Eso ayuda a los famosos complejos de esquí de las Rocosas, pero ciudades ubicadas al este, como Denver, Fort Collins y Colorado Springs, carecen de lluvia. En la década de 1890, para hacer frente a este desequilibrio, empezaron los trabajos para abrir la Grand Ditch. Posteriormente, se añadieron otros desvíos, incluyendo túneles debajo del Parque Nacional de las Montañas Rocosas. Hoy, la Grand Ditch garantiza que el 30 % de las precipitaciones en el valle Kawuneeche nunca llegue al río.

Eso ha cambiado el ecosistema. La red leñosa de humedales del valle se ha secado y ha dado lugar a campos abiertos de alpiste cinta y flores silvestres. Incluyamos como factor a los alces —introducidos en la década de 1970 para la caza—, y los efectos son devastadores. Han comido tanto a los sauces sobrevivientes que los han convertido en “zombies”, técnicamente están vivos pero casi completamente despojados. El declive de los sauces a su vez ha diezmado a los castores, que dependen de los árboles para alimentarse y construir sus diques.

Esos diques son una arquitectura clave de los humedales que disminuyen la velocidad del agua durante los períodos de flujo pico, lo que ayuda a almacenarla y extenderla y facilita así la recarga de las napas. Durante décadas, la comunidad científica viene viendo que este circuito de retroalimentación se desmoronaba. Entonces, en 2020 —en medio de una sequía histórica—, surgió una nueva solución. Una que reconvertiría los desvíos fluviales ya no como un problema, sino como una razón para revivir el valle deshidratado.

FORMA DE VIDA Una acuarela que muestra un vaquero cruzando el río Yampa es la obra central del Museum of Northwest Colorado en la ciudad de Craig. El cuadro, que mide 5 x 3 metros, es la acuarela más grande del mundo. © Rory Doyle

Como el valle Kawuneeche es la naciente para toda la cuenca del río Colorado, la calidad del agua es importante. Y la restauración de los humedales perdidos es una gran manera para limpiarla: La vegetación densa atrapa sedimento, filtra impurezas y contiene el agua antes de que pueda correr. Cuando el agua se escurre hacia los acuíferos subterráneos, contribuye a la resiliencia ante la sequía. De hecho, los últimos humedales que quedan aquí fueron los únicos espacios a los que les fue bien durante los recientes incendios forestales.

Reconociendo el valor de los humedales perdidos y apuntando a recuperar algunos, varias organizaciones locales se unieron para formar Kawuneeche Valley Restoration Collaborative (enlace en inglés). He llegado al valle apenas semanas luego de un paso fundamental en su trabajo: La Collaborative contrató la instalación de una serie de estructuras destinadas a imitar los diques de castores desaparecidos. A lo lejos, contratistas colocan cercas para mantener fuera a los alces y ciervos canadienses, una práctica que en otras partes del parque ya ha demostrado que atrae a castores reales. Mientras seguimos el río, caminando desde un dique artificial hacia otro, Wellman dice que se había acostumbrado a ver arroyos finitos por aquí. Ahora el agua ya se está esparciendo, creando nuevos canales y estanques, atrayendo a escuelas de peces y sentando las bases para un ecosistema de humedal saludable.

La colaboración es notable no solo porque es un ejemplo clásico de infraestructura verde, sino debido a la diversidad de participantes. Junto con el Servicio de Parques Nacionales y TNC, hay grupos que suelen estar más asociados con el desarrollo que con la conservación, como la ciudad y el condado. Especialmente crucial ha sido el liderazgo de Northern Colorado Water Conservancy District, el ente que administra y envía el agua a granjas, ciudades e industrias en el noreste de Colorado. Su interés en esta agua ayudó a que el proyecto despegara. El hecho de que este grupo ahora se está comprometiendo con la restauración de la naturaleza "es una gran parte de esta historia", dice Wellman.

VIDA RANCHERA Danna Camblin de pie junto a su caballo antes de arriar al ganado en su granja de Maybell, Colorado. © Rory Doyle

Forjar nuevas alianzas es una manera de hacer frente a los desafíos de un sistema bajo estrés, pero para soluciones a largo plazo se necesita más. “El agua nos está forzando a cambiar”, dice Jenny Dumas, abogada de la Nación Apache Jicarilla, una tribu localizada corriente abajo en el centro-norte de Nueva México.  

La premisa detrás de las leyes hídricas occidentales puede parecer simple: Cuando el agua escasea, los reclamos más antiguos tienen prioridad. Pero, cuando se firmó el Tratado de Colorado, algunos usuarios clave no fueron representados de manera adecuada: México y las 30 naciones tribales que ocupan la cuenca. Más adelante, un tratado de 1944 asignó una porción de agua del río Colorado a México, pero no fue hasta la década de 1960 cuando los tribunales empezaron a cuantificar los derechos tribales al agua, retroactivos a la creación de la reservación de cada nación; cuando se firmaron los tratados; o, en algunos casos, a tiempo inmemorial.

Aunque las tribus tienen un cuarto de los derechos al agua en la cuenca, históricamente han sido excluidas de las decisiones de gobernanza en relación con el río Colorado. Solo recientemente se han hecho acciones para incluirlas en estas decisiones críticas. Este involucramiento es vital, ya que permite que las tribus aporten su conocimiento indígena y sus prácticas de gestión sostenible del agua para desarrollar nuevos abordajes para administrar el agua en la cuenca.

AGUA PARA EL RANCHO Danna y Mike Camblin irrigan su rancho, Camblin Livestock, ubicado en el valle del desierto de altura del noroeste de Colorado, con la ayuda de una compuerta en una canal de irrigación local, que está cerca de la ciudad Maybell. © Rory Doyle

Un ejemplo es un proyecto en el río San Juan, un tributario del Colorado que drena en la región donde se cruzan las fronteras de Arizona, Colorado, Nueva México y Utah. La cuenca involucra a cuatro naciones tribales, entre ellas la Nación Apache Jicarilla, que históricamente ha arrendado parte de sus derechos al agua del río San Juan a una serie de plantas de energía. Los ingresos que reciben financian la infraestructura para el agua potable de la tribu, entre otras cosas.

Pero estas plantas están en proceso de cierre, lo que reducirá la contaminación del aire, pero también tendrá un impacto negativo sobre la economía tribal. Para reemplazar esos arrendamientos, la Nación Apache Jicarilla dirigió su atención al estado de Nueva México y su "reserva hídrica estratégica" que usa su agua para propósitos públicos como la asistencia de especies en peligro, al tiempo que cumple con la obligación legal de enviar agua a los estados corriente abajo.

Se logró un acuerdo, y Dumas estaba "atónita" por los pocos precedentes que había para una alianza entre una nación tribal, un estado y una ONG. Dice que esto hizo que la experticia de TNC fuera esencial en las negociaciones, que dieron como fruto un contrato a 10 años que permite al estado arrendar hasta 20 000 acres-pie (24 700 megalitros aproximadamente) de agua del río San Juan por año. El agua ahora contribuye a sostener peces en peligro como el matalote jorobado y el pikeminnow de Colorado.

A diferencia de los viejos contratos con las plantas de energía, este acuerdo no es solo un intercambio de agua por dinero. “Es una acción colaborativa”, dice Dumas. The Nature Conservancy ha respaldado un programa asociado que conecta a la juventud tribal con el río San Juan, y los socios se han unido para monitorear los beneficios del proyecto para los ecosistemas del San Juan.

Los ingresos de los arrendamientos hídricos, mientras tanto, permiten que la Nación Apache Jicarilla use su agua de acuerdo con las prioridades tribales, como seguir gestionando su agua potable. Mientras Dumas explicaba estas conexiones, me puse a pensar sobre el ciclo mismo del agua: del río al océano al cielo, ida y vuelta. Mediante cuidadosas negociaciones, la tribu ha creado su propio círculo virtuoso de conexiones.

Vista aérea de curso de un rio.
INTERCONECTADOS El río San Juan es un tributario del río Colorado. © Rory Doyle
Hombre muestra un pequeño pez en su mano sumergida en el agua.
HOGAR EN EL RÍO Peces nativos como el Gila robusta dependen de un sistema fluvial resistente con flujos sanos que soporten la migración para desovar y alimentarse. © Rory Doyle

La agricultura usa hasta el 80 % del agua del Colorada, y Hawes dice que las personas que manejan granjas y ranchos son vitales para la elaboración de soluciones para la crisis hídrica. Pueden ser individuos duros, pero también son socios fundamentales.

Uno de esos socios, Mike Camblin, ranchero y hasta hace poco presidente de Maybell Irrigation District, me ha enviado en una misión a unos 300 kilómetros al oeste de las nacientes del Colorado, a lo largo del río Yampa, para que explore un cañón que él dice que es el corazón de su comunidad. Es un lugar que prueba que aquí la colaboración siempre fue parte de la cultura:  Cuando los primeros colonos llegaron al desierto de altura, construyeron un campamento y pasaron varios inviernos moviendo rocas con caballos y carros.

El resultado fue un acueducto que funcionaba por gravedad. Parte del agua del Yampa entra en un canal que corre por las colinas sobre el valle del río; desde este canal, conocido como Maybell Ditch, el agua puede liberarse para que fluya hacia varios miles de hectáreas de campos de heno.

Dos mujeres posan en su granja con una maquina en el fondo.
ALIANZAS SOLIDAS TNC está ayudando a granjeras como Margarita Laguna (izquierda) y Elva Tover en el valle de Mexicali en México en su transición de cultivos sedientos a alternativas que toleran la sequía. © Rory Doyle
Hombre sobre un puente en un canal de irrigación.
BAJO PRESIÓN Gonzalo Montijo mide la presión del agua que corre desde un canal de irrigación en un sitio de restauración a lo largo del río Colorado en el valle de Mexicali. © Rory Doyle

La ciudad de Maybell, 12 kilómetros corriente abajo, aún depende de esta infraestructura: El distrito de irrigación tiene el derecho legal de tomar 129 pies cúbicos (unos 3,6 metros cúbicos) de agua del Yampa por segundo. Entonces, cada primavera se oye el crujir de una compuerta que se abre en el cañón, y se abastece a 18 granjas y ranchos como el de la familia Camblin. 

Pero en los últimos cien años mucho ha cambiado. Las sequías aumentaron en frecuencia e intensidad, al tiempo que aparecieron ciudades florecientes, lejos corriente abajo, lo que ayudó a proponer el Tratado del Río Colorado. En la década de 1960, llegaron nuevas leyes que protegían el ambiente; en los años ochenta, se lanzó el Upper Colorado Endangered Fish Recovery Program (enlace en inglés) para ayudar a las especies de peces en peligro.

A principios de los años 2000, equipos de ingeniería estatales empezaron a analizar el Maybell Irrigation District, en especial el agua no usada que hacía todo el recorrido a través de la acequia y de regreso al Yampa. El regreso del exceso del agua es bueno para un río sobrecargado, pero el desvío ineficaz plantea cuestiones legales peliagudas en un río en el que se supone que cada gota está contabilizada.

RÍO FANTASMA Huellas conforman un estuario donde, algunos años, el río Colorado llegaba al mar en el golfo de California en el valle de Mexicali en México. Raise the River, una alianza entre seis asociaciones sin fines de lucro, incluida TNC, está trabajando para mejorar el flujo de agua y revivir bosques ribereños en el delta del río Colorado. © Rory Doyle

“Sentíamos que nos iban a cerrar hasta que tuviéramos esa agua excedente bajo control”, dice Camblin en su granja de Maybell, en la tierra que ha estado en la familia de su esposa desde 1917; la acequia corre a solo treinta metros. “Teníamos que hacer algo, o lo harían por nosotros”.

Camblin y otras personas instalaron pequeñas estructuras para desacelerar el agua, lo que hizo que fuera más fácil controlarla. Pero el problema más grande era la antigua compuerta, que era difícil de ajustar con alguna precisión. Incluso a veces costaba abrirla. También era difícil llegar a ella. Camblin tenía que trepar 4 kilómetros dentro del cañón para hacer ajustes manuales. Idealmente, tendrían una compuerta moderna, solar y operada en forma remota, pero eso costaría millones, mucho más que el presupuesto de USD 10 000 del distrito.

Los años asistiendo a reuniones sobre cuestiones hídricas, a veces solo como ranchero, le habían mostrado a Camblin que no estaba solo en su preocupación por el agua. “La mayoría de las personas tienen los mismos valores y quieren lo mismo", dice, y es un eco de lo que vengo escuchando a lo largo del río. Empezó a darse cuenta de que TNC había forjado relaciones dentro de la comunidad agrícola. En 2017, TNC le otorgó al distrito de irrigación de Camblin USD 40 000 para ayudar con la instalación de un revestimiento para la vieja acequia. A Camblin se le ocurrió que la organización podría ser también una buena socia en la compuerta.

Se habían colocado rocas para empujar el agua hacia la acequia, pero eso causaba que hubiera sectores secos en la época de poca agua, un obstáculo para los peces. También era un peligro para los botes, que llenaban el Yampa, uno de los pocos tributarios de curso relativamente libre en la cuenca del río Colorado. Entre cervezas, Camblin y personal de TNC idearon un plan. Para el 2022, la coalición resultante junto casi 7 millones en fondos privados, estatales y federales; para el 2024, casi un año antes de lo previsto, la construcción estaba terminada. Un mes después, la nueva estructura se abrió... solo presionando un botón. Como las necesidades de irrigación de granjas y ranchos cambian, hay sensores que ajustan automáticamente las compuertas para entregar exactamente la cantidad correcta de agua.

Para no forzar a Camblin a otra caminata por el cañón, persuado a Wellman para que sea mi guía. Mientras trepamos cerca de excrementos de vaca —y, según me informan, nidos de serpientes de cascabel y leones de montaña errantes—, estoy menos embelesado con la nueva y sofisticada estructura de control que con las rocas. Las han reubicado en una serie de estanques descendientes, donde durante las estaciones secas debería haber suficiente agua para que los peces sobrevivan. El diseño también crea rápidos, dice Wellman, y eso es un plus de emoción para hacer rafting pero sin ser peligroso. Nos detenemos, bajo el sol, a comer los burritos que empacamos y mirar correr el agua.

Pienso en el trabajo que llevó construir esta acequia: un trabajo muy arduo, pero no individual. El desarrollo del Oeste de Estados Unidos dependió mucho de la cooperación de la comunidad y del apoyo gubernamental. Hoy no es diferente. Por toda la cuenca, he visto ejemplos de soluciones audaces nacidas de objetivos en común y alianzas inusuales.

Llegué a Maybell suponiendo que lo que se había hecho aquí tenía que ser algo imposiblemente inteligente; una pieza de complicada ingeniería, tal vez, o un nuevo vacío legal que se descubrió en la ley hídrica.  Pero la innovación es mucho más simple: La población local se dio cuenta de que, si trabajaba junta y con socios, podrían crear soluciones que sirvieran a las personas y a la naturaleza. Es en una escala modesta, quizás, pero profunda en su implicación. Si bien aún queda un largo camino que recorrer con este río, cada proyecto como este demuestra lo que es posible y ayuda a abrir una nueva senda.

Sobre los creadores

Boyce Upholt es un periodista galardonado con el premio James Beard y vive en Louisiana. Su libro sobre el río Misisipi, The Great River, se publicó en 2024.

Rory Doyle es un fotógrafo de Misisipi. Su trabajo ha sido publicado en The New York Times y Smithsonian Magazine, entre otros.

Vista aérea de Crooked Creek.
Reserva Crooked Creek, área protegida de TNC, Wisconsin © Fauna Creative