Los cultivos de cobertura evitan la erosión y capturan el carbono. © Jason Johnson, USDA-NRCS Iowa

Perspectivas

En la tierra bajo nuestros pies:

Soluciones al cambio climático —y más— para la agricultura latinoamericana

El suelo tiene un problema de relaciones públicas desde hace mucho tiempo.

Las sociedades están condicionadas a reaccionar negativamente a cualquier cosa que se relacione con el suelo y la suciedad: desde las alfombras hasta sábanas y los pañales. Y ni hablar de la reputación de una persona. Para muchos que no trabajan la tierra, el suelo es sucio. Y la suciedad es algo malo, ¿verdad?

En realidad, no, el suelo es bueno, muy bueno, para todos nosotros. Y su belleza y utilidad van mucho más allá que su importancia para la productividad agrícola. El valor inherente del suelo llega a cada ser humano en el planeta, incluso a los que viven lejos de las granjas y los campos. Todos tienen que comer, todos necesitan alimentos nutritivos para mantenerse sanos, y a todos nos afecta el cambio climático. El suelo juega un papel fundamental en todo esto.  

Por suerte, hay un movimiento creciente en la agricultura que reconoce que los minúsculos organismos como los que pueden encontrarse en la esponja de la cocina son los que mantienen al suelo productivo año tras año. Un suelo saludable tiene más de mil millones de microbios por cucharita, y estos son los que facilitan la vida vegetal fuerte y rica en nutrientes. Y para prosperar, estos pequeños bichos necesitan mucho carbono agregado y retenido en el suelo. Por eso, muchos agricultores se están alejando de los fertilizantes sintéticos e inorgánicos y de prácticas que agotan las reservas de carbono, como el arado de la tierra, y están optando por prácticas regeneradoras, tales como el abono o el estiércol rico en nutrientes y la agricultura sin arado. Y lo hacen porque al mantener la resiliencia y la salud de sus tierras pueden ser más productivos y rentables.

Pero de aquí se deriva una consecuencia importante. Si bien mantener el carbono en el suelo significa que no se lo libera a la atmósfera (que, como sabemos, ya está sobrecargada de carbono), los científicos del clima ahora están estudiando el potencial de los cultivos del mundo como un depósito del carbono que está contaminando nuestro aire y nuestros océanos. La meta sería evitar una mayor liberación del carbono almacenado en la tierra a la vez que se expande el uso de prácticas agrícolas regeneradoras para capturar más carbono de la atmósfera y ponerlo de nuevo en el suelo, que es donde debe estar. 

Un estudio publicado recientemente en Scientific Reports y llevado a cabo por un grupo internacional de científico de la Academia China de Ciencias, The Nature Conservancy (TNC) y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) indica que el aumento del carbono en tierras cultivadas mediante un mejor manejo del suelo podría contribuir a una reducción en las emisiones de carbono de hasta 1.850 millones de toneladas por año, equivalente a eliminar 400 millones de autos de las calles.
El informe identifica el gran potencial de las tierras agrícolas de América del Norte y otras regiones del hemisferio norte para almacenar más carbono en el suelo; sin embargo, América Latina podría reducir las emisiones de carbono en casi 200 millones de toneladas anualmente mediante el secuestro de carbono del suelo, de los cuales dos terceras partes provendrían de Brasil y México.

Si bien esto es impresionante, hay mucho más que América Latina podría ganar de un mayor enfoque en el suelo como importante sumidero de carbono. Rendiría mucho más en beneficios: para el clima, la diversidad, los importantes hábitats naturales y la agricultura misma.

Por ejemplo, el ordenamiento territorial colaborativo que involucra a gobiernos, científicos y comunidades agrícolas —y cuyo objetivo es conservar las reservas de carbono existentes a la vez que se mejora la resiliencia del suelo en tierras que ya están siendo usadas— contribuirá en gran medida a la reducción de la conversión de hábitats naturales a agricultura, lo cual es la mayor fuente de gases de efecto invernadero del continente.

Más aún, la restauración del suelo y la reposición de carbono son factores importantes para aumentar el rendimiento agrícola, y permitir que la labor de agricultores y ganaderos (en especial en operaciones de tamaño pequeño y mediano) sea más sostenible y rentable.  

Con seguridad, poner más carbono orgánico en el suelo resulta en beneficios para casi todos los sistemas agrícolas, así como para revitalizar la biodiversidad que sustenta alimentos nutritivos y la salud humana.

Esto requerirá alejarse más de las antiguas prácticas que agotan el carbono, como el arado, la eliminación de residuos de cultivos, el monocultivo, el pastoreo excesivo y el uso extenso de fertilizantes y pesticidas químicos, y acercarse más a prácticas tales como la plantación de cultivos de cobertura para prevenir la erosión y para capturar más carbono y nitrógeno de la atmósfera. En ganadería, necesitamos enfocarnos especialmente en prácticas emergentes para reducir, por ejemplo, cuánto metano libera el ganado en la atmósfera a la vez que se mejora su rol en fertilizar el suelo de manera natural y en el reciclado de nutrientes.

The Nature Conservancy se ha involucrado en varios proyectos que están alentando esta transformación y, al hacerlo, está ayudando a los agricultores a aprovechar mejor la tierra que ya usan en vez de tener que expandirse constantemente hacia hábitats naturales. 

Si la agricultura latinoamericana puede continuar por esta senda, y si realmente se enfoca no solo en almacenar carbono en el suelo sino también es restaurar y regenerar la adecuación orgánica del suelo y su calidad, obtendremos beneficios de gran alcance que van mucho más allá que la solución a los retos del cambio climático. Con un enfoque en la tierra, la agricultura puede ser una actividad en favor del clima. Además, puede ser una actividad muy sostenible, más productiva y más rentable. El valor nutritivo de los alimentos mejorará, y de esa manera se volverá un elemento clave para mantener la seguridad alimentaria a nivel mundial. Y hará maravillas en cuanto a la calidad del agua y el aire. Verdaderamente una propuesta ganadora para todos.

Así que revindiquemos los suelos y aprovechemos el potencial de los mismos para restaurar, renovar, y asegurar un futuro más sostenible y saludable para la humanidad.

Esta nota fue publicada originalmente en Inglés en The Chicago Council on Global Affairs.