La quiebra de una compañía maderera ha cambiado el destino de un área única en el mundo y la gente y la biodiversidad que viven ahí. Es un cambio de suerte que al final salvó una de las últimas grandes superficies de bosques húmedos templados del mundo y que evitó la emisión de 500 000 toneladas de carbono, además de crear una economía local orientada a la conservación, y nuevos empleos y oportunidades.
La historia de la Reserva Costera Valdiviana (RCV) en Chile, empieza en 2003, cuando una institución crediticia empujó a iniciar un procedimiento de quiebra a una empresa de silvicultura industrial. Esto detonó una subasta pública por terrenos a lo largo de la Cordillera Pelada, que albergan una de las mayores áreas restantes del bosque templado de Valdivia.
Si bien un grupo de inversión forestal quería comprar la deuda del propietario antes de la subasta, junto con sus permisos legales de cambio de uso del suelo, y con ello seguir con la tendencia, ya centenaria, de convertir bosques nativos en plantaciones de eucaliptos en esta región de Chile, las cosas no resultaron así. En vez de ello, los intereses de la industria maderera se vieron rebasados por The Nature Conservancy (TNC), que, con apoyo de WWF y Conservation International (CI), compraron la propiedad en subasta pública, permitiendo la creación de un área de conservación de 50 000 hectáreas para proteger y restaurar bosques nativos y biodiversidad y construir medios de vida sostenibles para las comunidades vecinas.
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ExplorarAl comprar la tierra en 2003, TNC pudo poner fin a la amenaza inmediata de deforestación asociada, y también con la construcción de una carretera costera a través de la propiedad, lo cual había sido una de las principales fuentes de destrucción de bosques nativos en lo que hoy sería la Reserva Costera Valdiviana. Para detener la conversión en marcha de bosques nativos en plantaciones de exóticas, TNC canceló y retiró en forma permanente los permisos legales y transferibles de manejo forestal y extracción que habían permitido la conversión de bosques. En 2012, TNC donó 9 453 hectáreas de la propiedad al gobierno chileno para ayudar a crear lo que hoy es el Parque Nacional Alerce Costero, inmediatamente vecino, que protege al alerce, una especie de árbol, incluyendo al Alerce Milenario, con 5 584 años, que podría ser el árbol más longevo del planeta.
Una forma innovadora de ayudar a financiar la conservación y el trabajo comunitario
Una forma innovadora de ayudar a financiar la conservación y el trabajo comunitario en la región había sido parte del plan de financiamiento de largo plazo del proyecto, inclusive antes de la adquisición de los predios. Gracias a sus bosques primarios y a su densa biodiversidad, la densidad arbórea del área puede almacenar el equivalente a más de 800 toneladas métricas de dióxido de carbono —el gas que cambia el clima— por hectárea, una de las tasas más altas en el mundo. Esto lo hacía el candidato ideal para convertirse en el primer proyecto de carbono forestal de la iniciativa de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD+) en Chile, mejorando el enorme potencial de esta tierra impresionante para convertirse en una solución climática natural, al evitar las emisiones asociadas con la deforestación y, al tiempo, almacenar carbono en los árboles y en el suelo.
El proyecto de carbono forestal de la RCV, ubicado en un área de 1 273 hectáreas al interior de la reserva, fue validado (certificado) por un tercero independiente en 2014 y se convirtió en el primer proyecto REDD+ en Chile en obtener créditos de carbono verificados por la organización del Standard de Carbono Verificado (hoy conocida como Verra y reconocida globalmente). En 2014 una auditoría del Standard de Carbono Verificado confirmó que las acciones del proyecto para prevenir una mayor deforestación habían evitado al menos 461 402 toneladas netas de dióxido de carbono equivalente (CO2e) entre 2003 y 2011. En 2015 una segunda auditoría verificadora confirmó que se habían evitado otras 72 252 toneladas netas de CO2e entre 2011 y 2014. En total, entre 2003 y 2014 las emisiones de gases de efecto invernadero evitadas por el proyecto son equivalentes a sacar de circulación 114 000 vehículos de pasajeros durante un año.
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El valor de las soluciones climáticas naturales
Intervenciones como ésta son vitales al actuar para mitigar el cambio climático. Un estudio reciente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU refiere a la restauración de ecosistemas como una de las cinco acciones climáticas más efectivas en costos que podemos emprender antes de 2030, y la deforestación como el principal impulsor de emisiones consecuencia del cambio de uso del suelo. Es por eso que el Acuerdo de París sobre el Clima afirma que los países deben proteger y mejorar sus bosques para crear sumideros de carbono, como la Reserva Costera Valdiviana, para limitar el cambio climático a no más de 1.5 grados centígrados y evitar con ello un cambio climático catastrófico.
En ese momento de crisis climática necesitamos todas las herramientas disponibles, incluyendo una rápida descarbonización de los sistemas de energía y transporte, además de aprovechar el poder natural para almacenar carbono que tienen los bosques y otros ecosistemas ricos en carbono. Si se las lleva desde ahora a otra escala, las soluciones climáticas naturales podrían aportar hasta un tercio de las reducciones en emisiones que necesitamos para alcanzar las metas globales climáticas para 2030. Lo que es seguro es que no podemos alcanzar la meta de 1.5 grados sin la naturaleza, tanto protegiendo los bosques que nos quedan como restaurando los paisajes y áreas marinas dañados.
El corazón palpitante del bosque
El corazón de la Reserva Costera Valdiviana es el bosque y las personas que viven en él o en sus alrededores. Gente como la líder indígena local Margarita Huala. Ella considera que el mayor cambio que trajo la creación de la reserva fue el flujo de turistas visitando el paisaje, pero dice que el beneficio más importante viene del proyecto de agua rural que trajo agua limpia, potable, confiable para los pueblos cercanos de Chaihuín y Huiro.
Para la líder indígena local Margarita Huala, el beneficio más importante de la Reserva Costera Valdiviana proviene del proyecto de agua rural que provee agua potable limpia a los pueblos cercanos.
Huala es una líder indígena local en la región de la Reserva Costera Valdiviana de Chile.
El proyecto de la RCV ayudó a Margarita a establecer un negocio pequeño con otras mujeres en su comunidad. Empezó vendiendo empanadas en una carretilla y recolectando productos forestales no maderables antes de abrir un restaurante local que prosperaba hasta llegada la pandemia de Covid-19.
Frente a las restricciones turísticas, la familia de Margarita empezó una cooperativa para desarrollar formas alternativas de generar ingresos y su esposo e hijos también han hallado trabajo en la reserva, reparando cercas y mejorando los puentes, caminos y senderos que usan tanto los turistas como la comunidad. Margarita espera ver surgir todavía más empleos locales, especialmente durante los meses de invierno, y que el restaurante resurja, pero ya está convencida de que el proyecto les ha “ayudado, como líderes, a defender cosas que no hacíamos antes”.
“Sin la reserva”, dice, “creo que todo se habría destruido porque las compañías forestales estaban nomás tirando y tirando. Cortaban y quemaban el bosque nativo. Ni siquiera daban la leña a los hospitales o a los hogares. Era todo destrucción. Es mejor que TNC esté aquí porque su palabra es proteger. Conservan lo que queda o lo que pueden salvar: animales, aves, todo”.
Infundir nueva vida y oportunidad
Todos los ingresos de la venta de créditos de carbono se reinvierten en el bosque para dar nueva vida y posibilidades a su naturaleza y comunidades. Desde 2014 se han conseguido USD 3.2 millones por la venta de créditos de carbono y se los ha usado para avanzar hacia las metas del proyecto, incluyendo la restauración forestal, y para volver a plantar especies nativas para proteger la biodiversidad y las reservas de carbono, además de mejorar el bienestar de las comunidades locales a través de medios de vida sostenible, agua y salubridad, protección marina y pesquerías artesanales, empoderamiento de las mujeres, fortalecimiento del acceso local y tenencia de los recursos y educación ambiental.
Una iniciativa popular de la RCV es dar a la gente local la oportunidad de capacitarse para convertirse en guardabosques, algunos de los cuales recientemente colaboraron con TNC para lanzar una guía de flora y fauna del bosque que combina conocimiento local con ciencia. Para construir ese conocimiento, la RCV también participa en proyectos de naturaleza, incluyendo el monitoreo de anfibios y ecosistemas de agua dulce, y está a la vanguardia en el uso de cámaras trampa en Chile.
El maestro local Ricardo Guaitiao, que está a cargo de la escuela local El Huape, ha sido testigo del impacto positivo de la educación ambiental y la participación local en la reserva desde que llegó, hace diez años. “Antes podías ver la mala cultura de los niños de matar todo lo que se movía. Por ejemplo, en los viajes de campo si veíamos una lagartija su primer instinto era eliminarla. Los niños hoy saben de la importancia de la vida y que eliminar a abejas o arañas también causa daño”. Ve de primera mano cómo las actividades de grupo organizadas para sus estudiantes les inspiran un sentido de propiedad y responsabilidad ante la naturaleza que los rodea, y cómo trasciende a sus padres y familias. En algunos casos inspira a la gente joven a tomar lecciones para convertirse en guías que trabajan en restauración forestal en la reserva.
La conservación sin la gente no es verdadera conservación. Mientras que la compañía maderera excluía a los indígenas y otras comunidades locales del área, TNC prioriza la cooperación con la gente local para proteger a la naturaleza y asegurar que las comunidades puedan llegar a sus sitios de pesca y recolectar productos forestales no maderables en la reserva. La meta es que la gente pueda prosperar sin destruir su patrimonio natural, incluyendo la ganadería sostenible y toda una gama de microempresas. Muchos de estos nuevos negocios son manejados por mujeres indígenas con base en sus artesanías tradicionales y la comida local, con la que llevan un ingreso extra a sus familias.
“Antes teníamos que vivir como espectadores, viendo todo el daño que hacía la empresa cuando aplicaban químicos al bosque y causaban daños en una zona donde tenemos erizo y piure. Las poblaciones tardaron mucho en recuperarse.”
- Adelaida Arriaza, presidenta de la cooperativa local Grupo Ganaderos del Valle
Adelaida Arriaza es presidenta del Grupo de Ganaderos del Valle, una cooperativa local que cría ganado en áreas especialmente designadas de la reserva, identificadas a través de un estudio de TNC. Su equipo trabaja de cerca con los guardaparques de la RCV para marcar y monitorear al ganado y asegurar que no dañen los árboles nativos. Este tipo de cooperación va en abierto contraste con la experiencia anterior de Adelaida que, con 16 años, era líder del grupo local de pescadores artesanales cuando la empresa maderera todavía era propietaria de esas tierras. Recuerda que tenían que “vivir como espectadores, viendo todo el daño que la compañía hacía cuando echaban químicos en el bosque y dañaban el área donde tenemos erizos y piure. Tomó mucho tiempo que se recuperaran las poblaciones”.
“Aunque es cierto que las compañías madereras daban trabajo”, dice, “creo que en aquel tiempo no tomamos en cuenta el daño que hacían al bosque. Hoy hemos aprendido a cuidar a la naturaleza y a vivir con ella, que es lo más importante”.
Los fondos recaudados por la venta de créditos de carbono han ayudado a proteger las maravillas naturales de la Reserva Costera Valdiviana al tiempo que crean nuevas fuentes de ingresos y oportunidades para la población local, incluidos los miembros de las comunidades indígenas mapuche y huilliche.
Renovado orgullo por el patrimonio natural
Las alianzas y las actividades conjuntas con las comunidades están fortaleciendo la conservación de la Reserva y está construyendo un orgullo renovado en el patrimonio natural. ¡Hay tanto de lo que estar orgullosos! El bosque valdiviano sobrevivió la última glaciación y alimentó ecosistemas globalmente importantes, como el bosque costero de Olivillo y el Alerce antiguo, las especies más grandes y más vetustas del mundo. Esta tierra también alberga una increíble riqueza en biodiversidad, incluyendo el pudú —el venado más pequeño de América—, uno de los pájaros carpinteros más grandes de Latinoamérica (Campephilus magellanicus), a la rara nutria de río del sur, y un diminuto marsupial que vive en los árboles, el monito de monte (Dromiciops gliroides), considerado un “fósil viviente” por los científicos. Los esfuerzos de conservación ayudaron a descubrir al zorro de Darwin en el área en 2012, y otra especie —la comadrejita trompuda (Hyncholestes raphanurus) también fue detectada dentro de la reserva en 2019 gracias al monitoreo con cámaras trampa, cuando no se había detectado su presencia en la zona. Estos hallazgos hacen todavía más importante proteger estos lugares únicos, como la RCV.
Quote: Adelaida Arriaza
Los fondos reunidos con la venta de créditos de carbono han ayudado a proteger estas maravillas naturales, mientras que se crean nuevos recursos e ingresos y oportunidades para la gente local, incluyendo a miembros de las comunidades indígenas mapuche y huilliche.
La Reserva Costera Valdiviana sigue siendo un proyecto de carbono vivo forestal pionero, que aporta beneficios para las comunidades locales y la biodiversidad, y para probar metodologías que pueden ayudar a otras regiones a desarrollar proyectos de soluciones climáticas naturales.
Pero quizá las palabras de Adelaida Arriaza nos recuerden del logro más importante del proyecto: “Hoy podemos tener aire limpio en nuestros pulmones gracias al bosque que estamos protegiendo junto con TNC”, y ¿qué puede ser más importante que eso?
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