Este artículo es parte de una serie de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en la cual expertos y líderes de opinión, de todo el mundo y de todas las partes de la sociedad, abordan la crisis del COVID-19, debatiendo y desarrollando soluciones ahora y para el futuro.
En el contexto del COVID19 los gobiernos nacionales y las dependencias de desarrollo público están inyectando billones de dólares en salud, ayuda inmediata de desempleo y otras medidas de apoyo económico directo. Hasta ahora, sin embargo, los “paquetes de recuperación verde” propuestos se han quedado cortos. De los casi 15 billones de dólares en estímulos anunciados hasta la fecha solamente 1.8 billones de dólares (al momento de este análisis) fueron lo suficientemente “verdes” como para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o mejorar la condición de la naturaleza y la biodiversidad.
Somos testigos de una de las transiciones económicas más rápidas conocidas hasta ahora, pero aún hay tiempo para incorporar planes de recuperación positivos para la naturaleza que den soporte a un futuro más resiliente para las personas, el planeta y la prosperidad económica.
La evidencia sugiere que invertir en una recuperación positiva para la naturaleza será rentable a largo plazo. Además de asegurar un planeta habitable para toda la vida en la tierra, una transformación sistémica hacia una economía amigable con la naturaleza crearía 395 millones de empleos y aportará 10.1 billones de dólares en valor económico para 2030, según el Foro Económico Mundial (enlace en inglés). Investigaciones preparadas para The Nature Conservancy (enlace en inglés)—incluyendo sobre reforestación y manejo forestal mejorado— podrían aportar de 25 a 90 mil millones de dólares en valor anual añadido para 2030, y eso sin incluir en los cálculos un precio al carbono.
Basta pensar en los subsidios agrícolas: en torno a 500 mil millones de dólares (enlace en inglés) en subsidios agrícolas en todo el mundo perpetúan sistemas alimentarios y de uso del suelo que no son sostenibles y que llevan a la degradación ambiental, una mala nutrición y la desigualdad de ingresos. Si no hacemos nada sobre la forma en la que producimos y consumimos nuestros alimentos, el daño que haremos alcanzará los 16 billones de dólares anuales para 2050 (enlace en inglés). Sin embargo, al redirigir los subsidios dañinos hacia prácticas sostenibles, incluyendo la agricultura regenerativa, los gobiernos pueden acelerar el progreso internacional en materia climática y de biodiversidad. Este cambio aportaría 40 por ciento del financiamiento necesario para proteger y restaurar la naturaleza sin tener que generar nuevas fuentes de recursos. Debemos ver más de estos cambios, y los necesitamos con urgencia.
Hay dos componentes que asegurarían una recuperación verdaderamente verde y positiva para la naturaleza. El primero es una transición rápida a economías bajas en carbono. El segundo es financiar y llevar a otra escala las soluciones basadas en la naturaleza que pueden aportar beneficios de mitigación climática y de adaptación además de una amplia gama de servicios vitales de infraestructura, como agua con mejor calidad, control de inundaciones y reducción de riesgos de desastres, al tiempo que benefician la biodiversidad.
Las soluciones basadas en la naturaleza pueden abonar a la resiliencia frente a shocks sistémicos en nuestras economías y ecosistemas. Por ejemplo, hay estudios que muestran que conservar y restaurar los humedales, las marismas y los manglares es una de las formas más efectivas de proteger las áreas costeras frente a tormentas e inundaciones. Después de que el huracán Sandy golpeara el noreste de Estados Unidos en 2012, científicos de TNC, aliados con Lloyds de Londres (enlace en inglés), encontraron que los humedales costeros previnieron más de 625 millones de dólares en daños potenciales a propiedades al absorber la energía de las olas y reducir las marejadas que provocan las tormentas.
Los bosques son otra gran oportunidad. La restauración forestal a gran escala de al menos 350 millones de hectáreas para 2030 podría generar 170 mil millones de dólares anuales en beneficios netos por protección de cuencas hídricas (enlace en inglés), mejora en las cosechas y productos forestales, al tiempo que capturaría más de cinco mil millones de toneladas de emisiones de carbono cada año.
Quote
La Cumbre del G7 en junio es una oportunidad crítica para cambiar las narrativas y las políticas. Los países del G7 pueden mostrar liderazgo mundial en la ecologización de sus esfuerzos de recuperación y de las economías en general al:
- Asegurar que toda la inversión en infraestructura considere alternativas verdes e híbridas, y aplique la jerarquía de mitigación (evitar, minimizar y compensar los impactos) a todas las nuevas inversiones;
- Comprometerse a realizar auditorías sistemáticas de sus subsidios a los sistemas alimentarios, siguiendo las directrices de la OCDE, y comprometiéndose a reducir o reorientar al menos los subsidios más dañinos para apoyar la agricultura regenerativa y los resultados positivos para la naturaleza;
- Acordar explorar medidas comerciales para garantizar que todos los productos básicos de riesgo forestal importados en sus países estén libres de deforestación;
- Duplicar los flujos de ayuda exterior para la naturaleza para ayudar a los países en desarrollo a aprovechar los flujos de recursos privados y domésticos, así como dedicar el 30% de la ayuda climática a soluciones basadas en la naturaleza.
- Si queremos mitigar la crisis climática, reducir la desigualdad, estabilizar las economías y alimentar a una población mundial en crecimiento, debemos proteger, restaurar y gestionar la naturaleza de forma sostenible. La devastación de la pandemia de COVID-19 brinda la oportunidad de trazar un nuevo rumbo, uno en el que hagamos más por los sistemas naturales que son la base de una sociedad saludable.